zapatito cochinito, dime quien cambia de pie…..
era su juego, el único que tenía, el único permisible, invisible además, lo decía justo cuando el pedazo de tela estaba dando el último restregón a ese zapato brillante, y entonces subía el otro, opaco aún, se acomodaba en esa plataforma desnivelada con forma de pie, y se dejaba acariciar por los dedos manchados de esa diminuta mano, o a veces era una brocha despelucada, luego pasaba el cepillo, por encima, hacia los lados, con movimiento lento, luego rapidamente, en ocaciones rozaba el calcetín, había quienes disfrutaban un poco de las cosquillas, otros en cambio reprendían esa caricia, amenzando que ojalá el calcetín no se hubiera manchado, porque blab blab blab blab blab…
luego venía el trapo, sucio, manchado ya de tanta pasta, percudido, viejo y aún así con toda su fealdad, roturas y desgaste, lograba imprimir en esos cobertores de los pies humanos un brillo especial, luminoso aveces, impecable en otras ocasiones
un pie tras otro, todos se apoyaban en esa plataforma sobre aquella caja vieja, desvencijada y llena de botecitos de tinta de colores, pasta, un cepillo, un par e trapos y monedas, aveces ahí cabía tambien un pedazo de pan, una bolsita de tortrix o de mango verde
todos los zapatos que ahí descasaban por un breve instante indiferentes algunos, otro perezosos, y servidos ensu totalidad se posaban en la caja sin más ni más, como la mirada perdida del dueño, de pronto fijada en la patoja aquella de caminar coqueto, o quiza pendiente de quien se acerca, quien llega, otros más perdidos en sus pensamientos, algunos distantes, cortatantes y claro no faltaban los petulantes
había claro, los que a riesgo de ser estafados por el de las manos pequeñas observaban con detemiento la aplicación, el paso a paso de los unguentos que devolverían el brillo a sus desgastado calzado, pero igual que los otros, todos esos ojos pertenecían a mentes, a cuerpos que pasados 10 minutos de ese acto rutinario, olvidaban por completo al niño aquel, el de las manos pequeñas, el de la cajita de madera y dedos manchados, el que con un leve toque en la suela del zapato invitaba a cambiar de pie, como en el juego, si el de zapatito cochinito…
La Hora 5 de mayo de 2011.
luego venía el trapo, sucio, manchado ya de tanta pasta, percudido, viejo y aún así con toda su fealdad, roturas y desgaste, lograba imprimir en esos cobertores de los pies humanos un brillo especial, luminoso aveces, impecable en otras ocasiones
un pie tras otro, todos se apoyaban en esa plataforma sobre aquella caja vieja, desvencijada y llena de botecitos de tinta de colores, pasta, un cepillo, un par e trapos y monedas, aveces ahí cabía tambien un pedazo de pan, una bolsita de tortrix o de mango verde
todos los zapatos que ahí descasaban por un breve instante indiferentes algunos, otro perezosos, y servidos ensu totalidad se posaban en la caja sin más ni más, como la mirada perdida del dueño, de pronto fijada en la patoja aquella de caminar coqueto, o quiza pendiente de quien se acerca, quien llega, otros más perdidos en sus pensamientos, algunos distantes, cortatantes y claro no faltaban los petulantes
había claro, los que a riesgo de ser estafados por el de las manos pequeñas observaban con detemiento la aplicación, el paso a paso de los unguentos que devolverían el brillo a sus desgastado calzado, pero igual que los otros, todos esos ojos pertenecían a mentes, a cuerpos que pasados 10 minutos de ese acto rutinario, olvidaban por completo al niño aquel, el de las manos pequeñas, el de la cajita de madera y dedos manchados, el que con un leve toque en la suela del zapato invitaba a cambiar de pie, como en el juego, si el de zapatito cochinito…
La Hora 5 de mayo de 2011.
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