No más violencia

Se llamaba Carmen, tenía 16 años cuando fue violada y luego asesinada por unos tipos cerca de Villa Nueva, ella fue víctima de la violencia.
Esther lleva dos años trabajando en una ONG, lleva casi toda la responsabilidad a cuestas, sin embargo, su sueldo es menor que el de Fernando, “el es hombre y debe mantener a su familia”, es la respuesta del contador, Esther trabaja más que él y es madre soltera, eso también es violencia.

Lourdes alcanzó la mayoría de edad, se casó y era aparentemente feliz, al menos eso creían todos, un día apareció con un ojo morado, dijo que la habían asaltado. Los moretes en el rostro se convirtieron en algo recurrente, cada fin de semana, al terminar la borrachera Rodolfo llegaba a su casa y la golpeaba, ella fue víctima de la violencia.

Rosa es empleada doméstica, cada mañana debe soportar los gritos de su patrona, las miradas lascivas del esposo de ella y los berrinches de los niños que viven ahí, ella vive cada mañana otro tipo de violencia.
Mariana, escucha en el desayuno, en el almuerzo y en la cena la misma historia, no deberías de comer más, estás GORDA, así nadie se va a fijar en vos.

Ruth tiene 12 años, odia las vacaciones porque debe estar en su casa y ver como sus papás pelean todo el tiempo, ambos gritan, el golpea a la madre y muchas veces al hermano de Ruth. Ella piensa que cuando sea grande no va a casarse ni a tener hijos, no quiere que se repita esa historia de violencia.
Fabiola es contadora y empezó a estudiar auditoria en la universidad, después de casarse, tuvo que dejar de trabajar para complacer a su esposo, el gasto no le alcanza, pero el no le permite trabajar ni salir a la calle sin su compañía, ella vive con violencia.

Andrea es una mujer joven que desea ser madre, pero sabe que si llega a embarazarse podría perder su trabajo, eso también es violencia.
Cecilia debe soportar que su esposo golpee paredes y puertas para descargar su mal humor cada mañana, ahí evidencia toda la violencia reprimida.
Fernanda espera cada noche a su pareja, que llega, come y se duerme, no le hace el amor, no la acaricia, simplemente la ignora, eso es en cierta forma violencia.

Isabel a sus 8 años debe cuidar a sus hermanitos, lavar los platos, calentar el agua para el café y hacer los mandados en la tienda, no va a la escuela y jamás tiene tiempo para jugar, está creciendo en la violencia.

Hay muchas maneras de agredir, de lastimar y de evidenciar la violencia, no hacen falta golpes, gritos y malas palabras. Las miradas, el silencio, el abandono, todas esas palabras acompañan una realidad que se vive, se respira y se duerme cada día en Guatemala y en el mundo entero.

No podemos continuar viviendo de esta forma, ni mucho menos permitir que las nuevas generaciones repitan estos patrones de conducta, tenemos que aprender a denunciar, a exigir que se respeten nuestros derechos y a educar a las niñas y niños para que cese este actuar irracional que sólo nos crea resentimientos, traumas y frustración.

La Hora 19 de mayo de 2011.

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