La Cuaresma

Esta época tan católica, apostólica y caótica, por las amontonazones de gente, la suciedad que marca las calles después de las procesiones y el abuso que cometen los de la Municipalidad de la Antigua , al menos que me consta, al arrastrar vehículos con grúas gigantescas y con tan poco cuidado, es sin duda una de las temporadas que provocan salir corriendo de Guate, perderse en algún lugar desolado, sin marchas, sin incienso que nuble la vista, sin curtido ni películas de la crucifixión.

Y no es que sea atea, ni protestante, aunque bueno, si protesto bastante, ni tampoco irrespetuosa de las tradiciones chapinas, es sólo que soy, como muchos y muchas, en algunos momentos, víctima del abuso que la fe descontrolada, el fanatismo, las poses y la coyuntura imponen.

Detesto no poder estacionarme en ningún lado de la tierra de Cardoza, porque es paso procesional, y quien sabe a que hora pasa el anda y los cucuruchos y por ende las grúas. Detesto no poder caminar sin intoxicarme por tanto olor a incienso y corozo. No soporto prender la tele y ver esas deprimentes películas bíblicas: Jacob, David, Jesús, en versión gringa, mexicana y hasta en caricaturas; ni ver Ben Hur, Cleopatra y los Diez Mandamientos que regulan la existencia y que, en mi caso, por no saberlos de memoria, me llevaron a abandonar el hábito de confesarme y aporrearme el pecho con la culpa empuñada.

Me revienta, la verdad, ver a algunos conocidos vestidos de cucurucho con cara fruncida, cuando el resto del año se la pasan borrachos, halados y fregando al prójimo, al compañero de trabajo, al amigo y no digamos al pueblo, digo, por aquello de algunos políticos.

Quizá sea intolerante, pero en momentos como este, lo único que se me ocurre es huir, me pega más que el circo de la contienda electoral que a veces me da asco, como el libro de Castellanos Moya o como las noticias de los lunes en la sección de nota roja.

Por eso, aunque el feriado que se acerca viene bien y es ansiado, sueño con que pase pronto, para no ver más cucuruchos morados, oler más corozo y pensar en todas las hipocresías que una tradición se presta a representar.

La Hora 7 de abril de 2011.

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