Malditos juegos

Niños mueren al incendiarse su casa por culpa de un silbador, niños con las manos, rostros y piernas quemadas por los canchinflines, niños que lloran por el dolor de las quemaduras, niños con marcas en su rostro y en su alma por culpa de los juegos pirotécnicos, niños que se intoxican o dejan de estudiar por realizar esta tarea. Malditos juegos de pólvora.Meses atrás, estuve realizando un reportaje sobre trabajo infantil, cuando escuchaba las historias que enfermeras, doctores, trabajadoras sociales, madres y algunos niños contaban sobre los accidentes que viven por realizar tareas no adecuadas para su edad y, que además son en extremo peligrosas, como la fabricación de juegos pirotécnicos, deseaba con todo mi ser que no llegara la época navideña para no tener que leer este tipo de noticias cada mañana.Es terrible que las niñas y niños tengan que desempeñar un trabajo como la fabricación de estos juguetes de pólvora y que el Gobierno, el Ministerio de Trabajo y la Procuraduría de los Derechos Humanos no hagan nada.Es además, para mí, inconcebible que los padres hagan de esto un negocio familiar poniendo en riesgo la vida de sus hijos, porque bien pueden librarse del hambre por unos días, pero pueden quedarse sin sus hijos para siempre.Por otro lado, está la irresponsabilidad de quienes compran estos juegos y se los dan a los niños sin tener ningún cuidado, con la cual no sólo ponen en riesgo la vida de éstos, sino también la de otras personas, como ocurrió con los cinco niños que murieron quemados por culpa de un canchinflin.Ojalá que las autoridades hagan algo de verdad, para que ya no se fabriquen más silbadores y que se castigue severamente a quienes continúen haciéndolo y más aún a quienes hagan que sean niños los que los elaboren.También es importante que exista más control sobre los otros juegos, los saltapericos que más de un niño se ha comido, los morteros que son altamente peligrosos y los cohetillos. Porque no sólo por usarlos suceden tantas desgracias, sino que también se ocasiona una contaminación tremenda que afecta la salud de todos.Y aunque los cohetillos, las luces y todo esto son en cierta forma parte de nuestras tradiciones, de que sirve que éstas persistan si está en juego la vida de una persona. Y si tanto es el deseo de que se continúen usando, pues que se haga con conciencia y que se castigue al que fabrique, al que contrata niños y también a los padres de los niños que se queman, que se lastiman, talvez así aprenden a ser responsables.

La Hora 5 de enero de 2006

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