Es una cuestión de actitud

Hace unos días conocí a Francisco, él vende manías, semillas de marañón y habas en el centro de la ciudad. Francisco tiene los ojos grandes y los dientes blancos, son dientes nuevos, los acaba de cambiar, su piel es morena, su andar presuroso y sus sueños gigantes.El quiere ser presidente de Guatemala, porque quiere que todos los niños tengan que comer y vayan a la escuela. Dice que ese día va a tirar pino en todo el parque central y van a haber marimbas tocando para que toda la gente baile. También va a haber comida, mucha comida, porque cuando uno come se pone contento.Francisco refleja el deseo que muchos tenemos de un país mejor, sin violencia, sin analfabetos, sin hambre, sin pobreza. Todos esos sueños que hemos tenido de niños y que ya de adultos aún conservamos se quedan guardados en nuestra mente, en nuestro corazón. Las buenas intenciones se quedan en eso y mientras tanto, afuera, 21 personas son asesinadas, muchos niños no tienen escuela a la cual asistir, una anciana se queda con la mano extendida mientras los carros avanzan y yo, ni siquiera le di los buenos días al policía de la garita.Y el mundo sigue, los días corren y nada cambia. O sí. Podría intentarlo, podría imitar el optimismo de todas esas personas que integran GuateÁmala y sólo por hoy, tratar de ser una persona mejor. Saludar, dar el paso, dejar de bocinar, sonreír un poco, sólo por hoy y pensar lo mismo mañana. Y si como yo, alguien más o muchos, hacen lo mismo, seguramente no vería caras largas en la fila del banco, la señorita del mostrador de TELGUA me atendería bien y el mesero del Árbol de la Vida no me vería extrañado cuando le diera las gracias después de llevarme la comida a la mesa.En lugar de exasperarme por ver un papel tirado frente a la oficina, podría recogerlo y tirarlo a la basura, en lugar de quedarme en mi casa encerrada el fin de semana podría ir a Chichicastenango o a las Grutas del Rey Marcos en Cobán e impregnarme los ojos de los colores de los tejidos o del verde de Alta Verapaz. En lugar de estar sola leyendo, podría compartir mis libros y mis lecturas con esas personas hambrientas de historias en Santiago Atitlán, y en lugar de hacerlo sola y sentirme satisfecha sólo yo, podrían acompañarme mis amigos.En lugar de prender la tele y estar cambiando de canales sin prestar atención a nada, podría ir a alguna galería de arte y ver el trabajo de guatemaltecos valiosos como Juan Sisay. En vez de quejarme de mi mala suerte y la dieta que me puso el doctor podría darle un plato de comida al señor que corta la grama, en lugar de ir tanto al cementerio, podría ir a un hogar de niños y compartir mi tiempo con ellos, en lugar de fruncir el seño, que además me arruga, podría sonreír un poco más.Podría, podría, podría, creo que en realidad debo decir que “puedo” y ojalá que todas las personas que están conociendo el proyecto de GuateÁmala, decidan hacer lo mismo, no sin antes preguntarse ¿qué es amar a Guatemala? y de verdad sentirlo.Ojalá que Francisco pueda estudiar para que logre alcanzar su sueño, ojalá que el programa de Entrémosle a Guate de Harris Whitbeck y Ana Carlos sea un éxito y proyecte todo el país, ojalá que muchas personas visiten la Plazuela España y participen con todo esto de GuateÁmala y que se extienda a todos los departamentos, ojalá que llegue mucha gente a la galería Caos el 9 de febrero a ver la exposición de Sisay, ojalá que se acabe la violencia en el país, ojalá que la discriminación cese y ojalá que los pensamientos y actitudes positivos se contagien.

La Hora 26 de enero de 2006.

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