Efraín Recinos

Dicen que la primera impresión cuenta. Y realmente me impactó. Se erguía en lo alto del final de la zona 1, imponente, diferente, azul.

No era él, aunque en cierta forma sí. El teatro, el monumental Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias, fue mi primer encuentro con el maestro Efraín Recinos, y luego, esos pliegues del techo del Teatro de Cámara, las terrazas de granito, las líneas de colores como mapa peatonal y ese túnel de entrada a Radio Faro, fueron un anticipo de sus ideas, sus conversaciones, sus sueños.

Las pinturas del Conservatorio y la Biblioteca Nacional, aquel gran cuadro en Xela, la mujer leyendo en azul de Carolina y un hombre barbudo en un balcón en cada obra me ayudaron a dibujar en mi imaginario a ese Maestro al que aún no había podido estrecharle la mano.

Fue un 28 de diciembre cuando, luego de atravesar un espacio de escalímetros y papeles, me acerqué a él temblorosa, dudosa de las preguntas que había esbozado para poder entrevistarlo y feliz, con una alegría que no podía explicarme.

Luego de 45 minutos de plática introductoria me invitó a caminar por el teatro. Empezando por la gran sala, recorriendo los patios, el Teatro al Aire Libre hasta llegar a la terraza, la misma en la que más adelante, en junio, para las fiestas del Teatro, nos esperaba con otros poetas con un litro de vino en caja para relajarnos antes de las lecturas.

Y así, caminando, me habló de sus viajes, de su infancia, atípica pero increíble, sus lecturas del Quijote antes de los 12 años, sus dibujos, sus sueños plasmados en papel, sus exposiciones, la marimba, la cual ejecuta muy bien por cierto, sus esculturas, su gusto por un tamal bien caliente en un balcón del Teatro para recibir un Año Nuevo, sus cuentos, esos que aún se hornean.

Luego tuvimos otros encuentros: Ferias del Libro, una fiesta chilena, la casa del Té, en el Zoológico, un par de cenas y el cuadro de la mamá de Andrés.

Pasaron los meses, los años quizá, y no coincidimos más hasta hace unos días que lo llevé a la grabación de un spot, cuando su carisma, sus recuerdos trasladados en anécdotas, su sencillez y su ingenio me hicieron sentir de nuevo esa alegría antes inexplicable, ahora comprendida. Y es que es maravilloso que existan personas como él, e increíble poder conocerlas. Gracias Maestro por su obra, por sus ideas, por sus sueños, su calidez, gracias por Usted.

30 de octubre de 2010.

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