Sufren en silencio
Su mente divaga, prefiere perderse en un espacio ajeno, un mundo sin adultos, sin miradas. Sus labios no sonríen, menos su mirada. Sus manos tiemblan al igual que sus piernas cuando avanza hacia gente que no conoce, quizá todos son iguales. ¿Cómo no pensar así? ¿Cómo no tener miedo?
Sus años se cuentan con los dedos de sus manos, manos que no aplauden. Su voz es bajita, cuando llega escucharse, ¿para qué hablar?, ¿de qué hablar?, ¿con quién hacerlo?
Es un niño pequeño con los sueños pintarrajeados de desesperanza. Cada mañana al despertarse vuelve el temor, al salir a la escuela, de encontrarse con él, de tener que acompañarlo a ese salón oscuro y tener que obedecer, ejecutar acciones que no comprende, pero que le repugnan, que le duelen.
Imaginar que al amanecer hay unas sábanas limpias, un plato con comida caliente y unos brazos buenos dispuestos para ella, es el único consuelo de una adolescente con desarrollo incipiente, ojeras a medio rostro y moretones en las piernas. Soñar con ser esa jovencita que camina con uniforme y libros en el brazo es el único consuelo que encuentra su destino. Pero los sueños se esfuman cuando el prostíbulo abre y debe maquillar sonrisas, confeccionar caricias y contar los minutos para que la noche acabe y exista un tiempo apenas para creerse otra, la que camina por la calle con un uniforme a cuadros…
Es un niño pequeño, una adolescente, un par de miles que en Guatemala sufre abusos sexuales en espacios supuestamente seguros. Para algunos es la escuela o el colegio, para otros la casa. Aparte están esos niños y niñas que viven en las calles. Los que siempre ignoramos al subir la ventanilla del vehículo o al cruzar la banqueta. Esas niñas y adolescentes que trabajan en “hogares” al cuidado de otros infantes y quehaceres domésticos.
Esas niñas que por hambre, por presión o por miedo son vendidas cada noche a gente sin escrúpulos.
La explotación sexual infantil, la violencia sexual infantil, la trata y la pornografía son problemas terribles y situaciones cotidianas en este país indiferente.
Pese a la aprobación de la Ley contra la Violencia Sexual , Explotación y Trata de Personas, que entró en vigencia el 14 de abril del año 2009 y que ha significado un paso trascendental para el país debido a que tipifica y sanciona todas las conductas ilícitas relacionadas con la explotación y a la trata de personas y establece disposiciones mínimas en la atención, protección de las víctimas, la prevención de la problemática y la restitución de derechos violentados, aún muchísimos niños, niñas y adolescentes siguen sumidos en ese martirio.
Por ello, es plausible que el Refugio de la Niñez junto con la Procuraduría General de la Nación acordaran unir esfuerzos para realizar acciones encaminadas a la restitución de los Derechos Humanos de los niños, niñas y adolescentes, y una mejor atención a las víctimas de la violencia sexual, explotación y trata de personas menores de edad, así como la persecución penal de los victimarios. Ojala y otros se unieran a esta titánica empresa para que el dolor y el miedo que marca a estos pequeños se transformen en sonrisas, ilusiones y paz.
La Hora, 13 de mayo de 2010.
Sus años se cuentan con los dedos de sus manos, manos que no aplauden. Su voz es bajita, cuando llega escucharse, ¿para qué hablar?, ¿de qué hablar?, ¿con quién hacerlo?
Es un niño pequeño con los sueños pintarrajeados de desesperanza. Cada mañana al despertarse vuelve el temor, al salir a la escuela, de encontrarse con él, de tener que acompañarlo a ese salón oscuro y tener que obedecer, ejecutar acciones que no comprende, pero que le repugnan, que le duelen.
Imaginar que al amanecer hay unas sábanas limpias, un plato con comida caliente y unos brazos buenos dispuestos para ella, es el único consuelo de una adolescente con desarrollo incipiente, ojeras a medio rostro y moretones en las piernas. Soñar con ser esa jovencita que camina con uniforme y libros en el brazo es el único consuelo que encuentra su destino. Pero los sueños se esfuman cuando el prostíbulo abre y debe maquillar sonrisas, confeccionar caricias y contar los minutos para que la noche acabe y exista un tiempo apenas para creerse otra, la que camina por la calle con un uniforme a cuadros…
Es un niño pequeño, una adolescente, un par de miles que en Guatemala sufre abusos sexuales en espacios supuestamente seguros. Para algunos es la escuela o el colegio, para otros la casa. Aparte están esos niños y niñas que viven en las calles. Los que siempre ignoramos al subir la ventanilla del vehículo o al cruzar la banqueta. Esas niñas y adolescentes que trabajan en “hogares” al cuidado de otros infantes y quehaceres domésticos.
Esas niñas que por hambre, por presión o por miedo son vendidas cada noche a gente sin escrúpulos.
La explotación sexual infantil, la violencia sexual infantil, la trata y la pornografía son problemas terribles y situaciones cotidianas en este país indiferente.
Pese a la aprobación de la Ley contra la Violencia Sexual , Explotación y Trata de Personas, que entró en vigencia el 14 de abril del año 2009 y que ha significado un paso trascendental para el país debido a que tipifica y sanciona todas las conductas ilícitas relacionadas con la explotación y a la trata de personas y establece disposiciones mínimas en la atención, protección de las víctimas, la prevención de la problemática y la restitución de derechos violentados, aún muchísimos niños, niñas y adolescentes siguen sumidos en ese martirio.
Por ello, es plausible que el Refugio de la Niñez junto con la Procuraduría General de la Nación acordaran unir esfuerzos para realizar acciones encaminadas a la restitución de los Derechos Humanos de los niños, niñas y adolescentes, y una mejor atención a las víctimas de la violencia sexual, explotación y trata de personas menores de edad, así como la persecución penal de los victimarios. Ojala y otros se unieran a esta titánica empresa para que el dolor y el miedo que marca a estos pequeños se transformen en sonrisas, ilusiones y paz.
La Hora, 13 de mayo de 2010.
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