Sucesos

Otro chofer asesinado en la zona 18, joven degollado, aparecen dos jóvenes muertos dentro de un carro, se cree que fue crimen pasional, motín en la cárcel, le cercenan los dedos, atropellado, aparecen los restos de un infante en una bolsa plástica, pandillas se enfrentan, tiroteo en El Gallito, lo matan frente a su esposa, los restos de Octavio López aparecieron en un matorral, familia envenenada por venganza de una vecina, ultimado, acuchillado, le dieron el tiro de gracia, los matan en un funeral...

Datos impactantes, al menos, aún lo son para quien viene de fuera, porque para nosotros, los chapines, es ya el pan nuestro de cada día, encendemos el radio por la mañana y escuchamos los sucesos tal cual y como escuchamos el reporte del tráfico o el estado del tiempo, pasamos las hojas de los diarios, cada vez más llenas de muertos, sin inmutarnos, comentamos la "terrible" situación que se vive en Guatemala y los hechos de violencia con el café en la mano, acostumbrados, resignados.

Cada día inconscientemente, la violencia se vuelve parte de nuestra existencia, así la hemos asumido y aunque asuste saber que el promedio de asesinatos en el país es de aproximadamente veintitantas personas, al ver el noticiero de la noche, no nos quita el sueño un muerto más.

Es increíble la sumisión con la que hemos aprendido a vivir-sobrevivir, no me gusta decirlo así nomás, sin el sobre, porque es mentira, se sobrevive, se trabaja por necesidad, se aguantan desprecios, acosos y atrancazones todo el tiempo porque ni modo, y por eso nos quedamos estáticos ante tanta violencia, muerte, dolor.

Quizá es que los chapines somos muy confiados y pensamos que a nosotros no va a pasarnos nada, hasta que...

O talvez, es porque creemos que nada va a cambiar, hombres (y mujeres por supuesto) de poca fe, sin esperanzas (no es propaganda).

Porque vemos que cada día todo va en detrimento, que la vida, y de nuevo la disyuntiva ¿Qué vida?, no vale nada, no se respeta, que a quien le pagan por matar o lo hace porque le gusta, le da lo mismo matar a una mosca que a un cristiano (en busca de sinónimos no de creencias).

Me asusto por todo esto, de mí misma, cuando narro a algún amigo extranjero lo que ocurre en mi bello y horrendo país con la misma frialdad con que le cuento un chiste, me angustia pensar que quien llegue al poder, sea del color que sea, no va a poder hacer nada, o al menos, hasta ahora no sé de qué manera pretenden hacerlo. Me deprime oír a todo el mundo decir, ¡qué se va hacer!, me insulta mi inconsciente que me domina y me tiene ahí amansada, de pronto protestando a través de la palabra, pero nada más y tiemblo sólo de pensar que al abrir un diario voy a encontrar el nombre de alguien conocido en una nota breve con tinte amarillista.

La Hora, 20 de mayo de 2010.

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