Vacía


Mi pecho está muy oprimido
una inmensa tristeza me acompaña
será porque anoche soñé contigo
y hoy me está invadiendo la nostalgia.

Hace ya quince años que escribí este verso, hace ya quince años que llevo flores al cementerio, hace ya 15 años que descubrí que el mundo no era de colores, al menos no de los que yo creía, hace 15 años vestí de luto mi sonrisa, y aunque sigo viviendo, haciendo y deshaciendo, no puedo dejar de sentirme triste en estos días, en los que los barriletes se elevan llevando mensajes al más allá, en los que los cementerios se tapizan de flores, en los que el frío se hace sentir, el viento empieza a soplar y en los que mis muertos no están.

Que absurdo hablar de la muerte cuando se está viva, sin embargo, se vive con ella todo el tiempo, vamos, como en la película de El lado oscuro del corazón, caminando por las calles de su mano, evadiéndola, burlándola y quizá hasta seduciéndola.

No sabemos cuándo será el día en que nos diga hasta aquí, pero si sabemos que se acompaña de muchas personas que queremos, porque aunque físicamente no estén, el sentimiento siempre perdura. En días como estos quisiera poder abrazar muy fuerte a mi papá, tomarme esa cerveza tan postergada con Ricardo, volver a ser la compañera de colegio de David y de Sucely, encontrarme por la mañana en la calle a Tulio, ver la sonrisa de mis tíos y que no existiera una sección de sucesos en los periódicos.

En días como estos no puedo dejar de pensar en esas personas, que aún estando vivas, parecen estar muertas, las que nunca están de acuerdo en nada, las que no ayudan a nadie, las que piensan que todo está perdido y que no hay nada que hacer, las que jamás sonríen, jamás se ilusionan, las que jamás lloran y se decepcionan.

En estos días, quisiera ser de nuevo pequeña, asociar estas fechas tan sólo a un disfraz y al dulce de ayote, sentir esa angustia que las historias de La calle donde tu vives, me provocaba, y correr a esconderme debajo de las sábanas de mis papás, y ya entre ellos, sentirme tranquila, segura de que nada pasa cuando se está con alguien que te quiere y no permite que nada te lastime ni te perturbe.

En estos días, la cursilería y la melancolía me acompañan, guían mis manos en el teclado de esta computadora, y me hacen escribir estas cosas, cuando afuera, en el mundo que late, que vive y que camina, son muchas las cosas que necesitan mi atención. Pero bueno, todos tenemos derecho a deprimirnos.

La Hora, 3 de noviembre de 2005

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