Insomnio


Charles Bukowski, los vecinos cariñosos, San Andrés Itzapa, los siete montes, un octavo de indita, puros, velas, Bukowski, imágenes de sexo transferidas a través de las palabras, palabras obscenas, el humo que se desprende del suelo quemado con restos de sangre de algún animal, rezos en lengua, la cabecera de la cama de los vecinos golpeando la pared, gemidos, polvos de “ven a mi“ y agua florida, Bukowski restregándome su hambre de sexo, el reloj que marca las horas inevitablemente y el golpeteo excesivo de la cabecera de los vecinos de habitación, el padre nuestro masticado por un indígena ladinizado que intenta alejar las malas vibraciones, la cantina que retumba con música grupera, tortillas negras quemándose en el comal, el aguardiente escupida en mi cara mezclada con la saliva de otra persona, los flachazos de las cámaras que guardan el recuerdo de mi experiencia exorsizante, San Simón, canela en polvo, Bukowski traducido por una editorial española empalmándose cada cinco minutos de lectura, gritos consumidos por la noche, alcohol, sexo, brujería, la lluvia que corre por las calles de San Andrés llenas de basura, las páginas del libro pasando entre mis dedos, en mi mente, incrustándose en mi piel, Hank, Charles,Mujeres, San Simón y la limpia y yo sola en esa habitación intentando escuchar o no escuchar o simplemente no imaginar lo que ocurre a lado, o quizá si, la noche que cubre por completo el espacio y el vapor que la lluvia ocasiona en el suelo, el humo que expide el puro, el sudor que corre por los cuerpos y Bukowski delirante, humedecido y al final como yo, solo.

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