1649

Rubén E. Nájera, en esta obra, 1649, ganadora del Premio Único de Teatro en Los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango en 1989, expresa sus reflexiones acerca de las relaciones entre conquistadores y conquistados, y las consecuencias de las mismas, así como de la Conquista en sí y del enfrentamiento entre ambas culturas –la indígena y la española; por medio de un soliloquio, interrumpido por diálogos que, sin embargo, no lo desvían de su propósito primordial: ilustrar a los espectadores sobre la corrupción, prejuicios y, de manera elemental, la estructura social de la sociedad colonial.

La obra fue presentada en el Teatro del Iga el sábado 14 de febrero de 2009, por Aquelarre Teatro Contemporáneo, bajo la dirección general de Guillermo Monsanto (quien interviene con un papel secundario sobre las tablas), como parte de los Proyectos Especiales de Galería El Attico. El elenco estuvo conformado por Vallardo Díaz, Vivian Sánchez, William García-Silva, Antoine Gely, Alexandré Alarcón, Guillermo Monsanto, Marcela Colom, Daniela Castillo, Roberto Arana y Raymundo Rosales.

Las palmas de la actuación se las lleva Vallardo Díaz en el papel de Don Diego, un capitán general quien se encarga del soliloquio. Le sigue Raymundo Rosales como Sinacán (nombre tal vez inspirado en el Tzinacán de La escritura del Dios, de Jorge Luis Borges), un líder indígena, cabeza de un movimiento de resistencia contra los españoles, quien es tenido en cautiverio por Don Diego. Luego, está la actuación de William García-Silva (como Don Fermín), un prisionero criollo quien finge locura para evadir los tormentos psicológicos y físicos de Don Diego. García-Silva hace una representación magnífica, ya que con los gestos y el sonido de su respiración, fuerte y constante, logra transmitir esa angustia de quien ha estado por años en el encierro.

El teatro guatemalteco ha padecido desde hace mucho de sobreactuación, tanto gestual como cuando los actores dicen sus parlamentos. Esta obra no ha sido la excepción puesto que la misma se puede observar en varios segmentos. Sin embargo, el soliloquio de Don Diego y la escenografía minimalista (a veces hasta el extremo) merecen un fuerte aplauso. No así la iluminación, plana, casi siempre monocromática (predominio de un tono de luz, amarillo o azul, por ejemplo), que podría haber sido mejor utilizada para dar efectos dramáticos.

La sala del teatro del Iga tiene una acústica buena, por lo que entender a los actores no fue problema. Finalmente, tal y como lo anunció al final de la obra Monsanto, la compañía de teatro responsable por esta función tiene la intención de representarla tanto en República Dominicana como en España en un futuro próximo.

Comentarios

Allek dijo…
pasaba a saludarte..
te dejo un abrazo.!
klavaza dijo…
Muy buena crítica, la obra estuvo buenísima y eso que no soy tan fan del teatro, al fin de cuentas.

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