La ley del monte

No voy hablar de la canción de Vicente Fernández, aún y cuando está próximo a dar un concierto en el país. Hablo de la ley que se está imponiendo en Guatemala, la que nos lleva a actuar en defensa propia a cada momento, la que lleva a buena parte de la población a estar armada; igual no hay una ley que restringa esto, la que lleva a atacar, a disparar y luego a huir.

Cada mañana al salir a la calle y encontrar más tráfico del normal, imagino alguna tragedia, algo que compruebo al encender la radio o simplemente al avanzar un poco y escuchar las sirenas, ver la gente rodeado un cuerpo cubierto o circulado por un listón amarillo. Personas que hartas de ser víctimas de la delincuencia han optado por andar armados para no ser asaltados, para resguardar sus vidas.

Ojo por ojo dice la Biblia, y eso está sucediendo porque las autoridades no pueden hacer nada para combatir a delincuentes y pandilleros, que visten de luto cada día a más de una familia guatemalteca. Nadie se libra de ellos, subir a un bus urbano o extraurbano es exponerse, caminar por las calles, ya de cualquier zona lo es también, conducirse incluso en un vehículo lo es también, un bocinazo, una ventana entreabierta, un semáforo puede ser la ocasión para perder lo que con tanto esfuerzo se ha obtenido o peor aún, morir.

Y así, en esa vorágine en la que vivimos, temerosos, ansiosos, desconfiados, justos pagan por pecadores: una bala perdida se cuela en cualquier parte, en cualquier momento y ciega la vida de cualquier persona, hombres, mujeres, ancianos, infantes.

Al parecer no hay salida, ministros de gobernación van y vienen, un gobierno dispone, un candidato ofrece y nada cambia, o mejor dicho, todo empeora.

En este país de contrastes en donde más de 16 personas mueren al día de forma violenta, se ofrecen conciertos semanales como el de Vicente Fernández, en otros lugares recónditos son más frecuentes y Los tigres del Norte, el Chapo y otros tienen presentaciones privadas. Se inauguran centros comerciales con salas de cine impresionantes, circulan Jaguares y otros carros rimbombantes por las calles y los gobernantes se confabulan para crear impuestos nuevos, que al paso que va la situación tendrán que ir a cobrar a los cementerios, que no dudo que dentro de poco sean más que lotificaciones para viviendas. Aunque quien sabe, morirse es caro también.

La ley del monte se impone, el mundo de Alicia se queda corto antes las maravillas que nuestro pobre país ofrece al consumidor y al delincuente, y Peter Pan bien podría tener en Guatemala una tierra homónima, porque acá nunca, nunca JAMÁS, se resuelve nada.

La Hora 19 de marzo de 2009.

Comentarios

mikjail dijo…
09 de junio de 2016 en Venezuela se esta viviendo esta situación

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