No más

Ella pensó que el amor lo cambiaría, que esa actitud prepotente a veces, otras hostil, que esa ligereza de miradas y las muchas copas de más eran producto del consentimiento de su madre, de las carencias vividas en el hogar, del abandono de un hombre al que nunca llamó papá. Seguro sería un buen marido, no querría repetir la historia, propiciar esos sentimientos de abandono y tristeza que había vivido en su niñez y que por el cariño le había confiado en esos momentos en que la noche es más oscura y los cuerpos se amansan.

Ella creyó que él iba a adaptarse, que era cuestión de tiempo, que los compromisos, los gastos, el trabajo y el tráfico eran los responsables, al fin todo es cuestión de acostumbrarse, de entrar al aro y que al venir los hijos, se iba a suavizar.

Ella escuchó en silencio los insultos, confiada esperó entre sollozos sus ausencias, ignoró con pasividad las imposturas y disfrazó con maquillaje los golpes. Total, a quién no le ha pasado esto, todo el mundo tiene problemas, cada quien maneja el estrés de distinta manera, y al final de cuentas, el amor es sufrido y bondadoso….

Su madre le sugirió aguantar, sus hijos lloraban cuando él amenazaba con irse, su suegra siempre hablaba de la devoción que toda mujer debe al marido, en la salud y la enfermedad le dijo, y es que el alcohol enferma.

Su vecina le recomendó dejarlo, pero el miedo, la soledad y la angustia no le permitían reaccionar. Su instinto… no supo hablarle a tiempo.

Ella amaneció…, más bien, su cuerpo sin vida fue encontrado por su hijo mayor una mañana de mayo, el rostro con una expresión de espanto, y con sangre coagulada cerca de los labios.

Ella, ellas en realidad esperan, creen y confían y luego se convierten en una nota roja de un diario, en una estadística terrible en el país, en el objeto del deseo, del abuso y de la vida de un macho.

No más violencia contra las mujeres, nunca más, jamás.

La Hora, 26 de noviembre de 2009.

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