Linchamientos

Nadie está de acuerdo sobre cuántos se han dado. Unos dicen que son 46, otros 41 las víctimas de linchamiento. Unos los aplauden, otros los rechazan. Yo no sé qué pensar, lo único que es evidente es que este tipo de situaciones, llevadas al límite, son el resultado de la incapacidad del Estado para garantizar seguridad a las y los ciudadanos.

Y digo Estado sin puntualizar en Gobierno, porque no es nada nuevo, ni se lo puedo achacar directamente, aunque esto no le resta responsabilidad de lo que ocurre a la actual administración.

La gente está harta, cansada de ver cómo lo obtenido con esfuerzo y trabajo se evapora por el temor a perder la vida, a ser secuestrada; la gente está desesperada y la desesperación mueve; la gente está insatisfecha, insegura, y abandonada y de eso no hay duda.

Huehuetenango un día, Salamá otro, la zona 11 el fin de semana y Sololá muy frecuentemente, más en estos días, en donde toda la concentración debe estar en salvar al Lago, y lo digo así porque como acá todo es posible y las cortinas de humo son familiares en nuestra cultura, pienso que de pronto puede haber gato encerrado en este tipo de situaciones en ese lugar.

Lo pienso y lo reafirmo, porque no comprendo cómo, luego de que ocurriera un linchamiento en Sololá, las autoridades se duermen en sus laureles sin tomar medidas para que esto no se replique en otros municipios. Y es que este es un lugar propicio, por el turismo, el consumo, la circulación de capital, porque es un lugar adecuado, dada la ineptitud de las autoridades locales.

Quien quita no, sin embargo, sigo pensando en esto, en esas imágenes grotescas de un cuerpo quemado, en esas noticias en donde víctimas inocentes, niños y niñas salieron lastimados, en ese lugar al que quiero tanto, y que para mí ha sido siempre sinónimo de tranquilidad, tan alterado, como perdido, abandonado.

No hay otro país en América Latina, quizá en el mundo, con indicadores de linchamientos como Guatemala, y es que quizá el irrespeto al goce de los Derechos Humanos, a la vida, es ya demasiado.

Justo hoy se conmemora el día de los Derechos Humanos en un país en donde son casi inexistentes, hoy se anima a vivir en armonía, a parar la discriminación, a respetar la diversidad y a celebrar la vida, mientras lejos de la ciudad la gente toma la justicia por su cuenta, porque no hay quién puede defenderlos, no hay quien pueda hacer valer la justicia, o porque quizá esa palabra está por acabarse de nuestro vocabulario.

La Hora, 10 de diciembre de 2009.

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