Pleamar
Esta semana, el Ministerio de Educación a través del Viceministerio de Educación Bilingüe e Intercultural, en conjunto con la Agencia de Cooperación Alemana GTZ por medio de su Programa de Apoyo a la Calidad Educativa –PACE-, Perinola Libros Wuj Books y la Asociación Luciérnaga, lanzó la convocatoria de un concurso de cuento y poesía infantil en 15 idiomas mayas.
Al mismo tiempo surgió la invitación por parte de La Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana, el Ministerio de Cultura y Deportes y la Universidad de San Carlos, para participar en el Primer Encuentro Centroamericano de Escritoras Indígenas y Afrodescendientes; dos actividades por demás relevantes, no sólo por el hecho de la inclusión -palabra que de un tiempo a la fecha está de moda, que define una acción que debería formar parte de nuestra vida y nuestro actuar- sino porque retoman uno de los derechos más ignorados. No, más violentados: el derecho a la cultura.
Todo esto pasa dentro del marco de varias actividades que le dan además un tinte diferente a Guatemala: la XVI Bienal Paiz, el IV Festival de Junio del Teatro Nacional, y todas las otras actividades culturales que día a día suceden en el país, como los Festivalitos cada dos meses en Pana, o el Festival de Poesía en Xela, que en conjunto son parte de la Movida Cultural Chapina, que digan lo que digan, se está dando con fuerza.
Claro que es aún una cuestión muy centralizada, digo, todos los guatemaltecos y guatemaltecas, ya seamos de la capital o de Petén, de Reu o de Chiquimula tenemos los mismos derechos, aunque no las mismas posibilidades.
Y es cierto también, que la mayoría de estas actividades, dejando de lado los concursos que abarcan al país, se hacen gracias al esfuerzo personal de las y los artistas. Por lo que sería justo y necesario que las grandes empresas nacionales entren en sintonía con la Responsabilidad Social Empresarial apoyando al arte, viendo cómo trasladar la música, la pintura y las letras a cada uno de los puntos cardinales del país, en cada idioma y además valorando el trabajo y el talento de las y los creadores.
La Hora, 17 de julio de 2008.
Al mismo tiempo surgió la invitación por parte de La Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana, el Ministerio de Cultura y Deportes y la Universidad de San Carlos, para participar en el Primer Encuentro Centroamericano de Escritoras Indígenas y Afrodescendientes; dos actividades por demás relevantes, no sólo por el hecho de la inclusión -palabra que de un tiempo a la fecha está de moda, que define una acción que debería formar parte de nuestra vida y nuestro actuar- sino porque retoman uno de los derechos más ignorados. No, más violentados: el derecho a la cultura.
Todo esto pasa dentro del marco de varias actividades que le dan además un tinte diferente a Guatemala: la XVI Bienal Paiz, el IV Festival de Junio del Teatro Nacional, y todas las otras actividades culturales que día a día suceden en el país, como los Festivalitos cada dos meses en Pana, o el Festival de Poesía en Xela, que en conjunto son parte de la Movida Cultural Chapina, que digan lo que digan, se está dando con fuerza.
Claro que es aún una cuestión muy centralizada, digo, todos los guatemaltecos y guatemaltecas, ya seamos de la capital o de Petén, de Reu o de Chiquimula tenemos los mismos derechos, aunque no las mismas posibilidades.
Y es cierto también, que la mayoría de estas actividades, dejando de lado los concursos que abarcan al país, se hacen gracias al esfuerzo personal de las y los artistas. Por lo que sería justo y necesario que las grandes empresas nacionales entren en sintonía con la Responsabilidad Social Empresarial apoyando al arte, viendo cómo trasladar la música, la pintura y las letras a cada uno de los puntos cardinales del país, en cada idioma y además valorando el trabajo y el talento de las y los creadores.
La Hora, 17 de julio de 2008.
Comentarios
Claudia