Carnaval

No, la vida no es un carnaval ni pura chingadera, hay mucho más. Que cae bien la fiesta, por supuesto, unos tragos, las chanzas, los abrazos y bailar, todo viene como ungüento para aliviar la tensión diaria.

Todo es bienvenido, los aplaudo, pero no comparto la parranda cotidiana, esa rebelión contra los años y lo que traen consigo las edades, esa pose prolongada de “me pela y me seguirá pelando” y “los que no lo comparten que se aparten, que se jodan, que se vayan”.

Nunca he sido de la mara de la foto, mis razones tengo y ellos también para no compartir ese crédito, nunca he sido la más desvelada, lo cual por supuesto no me hace darme baños de pureza, he dicho y he hecho, pero eso es cosa mía no motivo de un foro.

Me exaspera ese deseo imperioso de llevar un ritmo, que, por economía, responsabilidad, distancia y edad no tiene ya sentido, estar ahí, llenándome el cabello de humo cuando ni siquiera fumo, beber por tener algo que hacer a medida que la conversación se trivializa y se vuelve un aparador en donde hasta el más amigo es apuñalado por dardos de burla, envidia, celos y maldad, si maldad, no estoy exagerando. No tiene sentido, aunque quizá sí, tomando en cuenta que mientras permanezca no seré yo la que desfile al matadero, pero al final qué importa, qué pierdo o gano con sus comentarios venenosos, de pronto y ni se acuerdan de mí, no soy tan popular de todos modos.

La vida no es un carnaval, hay cosas que trascienden y no son necesariamente las borracheras, digo, por aquello de las gomas. Hay mucho por hacer, por decir o por sentir, hay vida más allá que la que la luna ilumina, hay lealtades que se pierden conforme el sereno va cubriendo los windshields ya empañados por otras razones, hay otro tipo de necesidades, de compañía de afecto sincero, de palabras que se extienden más allá del sudor de dos cuerpos conocidos, reconocidos o extraños intercambiando más que choque de copas en esos momentos alcoholizados.

No todo es parranda, emociones fuertes y cegarse por los flashes, otra cosa común, patente ya en cada reunión, que cansa, digo, porque luego se publican en el ciberespacio, dando lugar al cuchicheo, a las malas interpretaciones o simplemente mostrando la peor cara de la noche, lo traigo a colación porque no soy nada fotogénica y no me causa gracia verme reflejada de esa forma, total la vanidad es para mí mucho más que el nombre que le daba mi abuelita a los polvos compactos.

No, la vida no es un carnaval, en donde se disfrazan los sueños, los verdaderos, en donde se maquillan las relaciones “sociales”, y se olvidan los sentimientos.