Días de lluvia (De mis insectos son Ángeles)


A la par de la hoja de abeto que navega en la corriente que la lluvia dejó junto a la acera, camino rumbo al conservatorio. ¿No es extraño que por varias cuadras sigamos juntos?, pareciera detenerse cuando yo lo hago al terminar la banqueta y cruzar la calle, luego, como si quisiera decirme algo continua deslizándose entre agua, lodo y basuras no reciclables.

Convencido de que el destino es el destino y de que ella significa algo en mí, pienso más de una vez en parar, tomarla con la mano, secarla y guardarla en las páginas de un libro que la conserven siempre como testigo mudo de aquellos días de lluvia, en los que violín en mano me dirigía a mis clases tres veces por semana.

Así, meditando si hacerlo o no, pues uno nunca sabe, lo que esa agua arrastra en sus turbias intenciones, vi como la alcantarilla destapada una cuadra antes de mi destino la sustrajo, mientras ella miraba por el pedúnculo que un día le proporcionó alimento como para siempre se borraba mi imagen de la suya, y así, mi libro quedó sin huella de aquellas tardes de invierno camino al conservatorio.

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