Y aún así nacen, crecen, se reproducen y mueren

Si la Convención sobre los Derechos del Niño fuera una persona, hace dos años habría llegado a la mayoría de edad en un país en donde, pese a la ratificación de esta Convención y la existencia de leyes importantes, quizá hasta de avanzada como la Ley de Protección Integral de la Niñez y la Adolescencia o la Ley de Adopciones, mueren diariamente a causa de la violencia de dos a tres menores de edad; en donde más de 20 mil niñas y adolescentes de 10 a 19 años se embarazan; en donde cientos de niños y niñas viven padeciendo desnutrición crónica y otros tantos mueren.

Impactante o de pronto no tanto, nos hemos acostumbrado a todo esto, y hablar de violencia: baleados, degollados, recién nacidos alcanzados por balas pérdidas, niñas abusadas sexualmente, explotadas en lupanares, niños y niñas pidiendo limosna en las calles, inhalando pegamento, niños con el cuerpo deformado por las largas jornadas laborales bajo el sol trabajando inclinados, niños mutilados al manipular pólvora, infantes sin nombre, sin escuelas, sin comida, sin atención médica, ciudadanos de un país amnésico, ignorante, habitantes de un país fallido.

Si la Convención de los Derechos del Niño fuera una persona nacida en Guatemala, sería el vivo ejemplo del subdesarrollo y el abandono por parte del Estado, ilustraría muy bien esas diferencias entre países pobres e ingobernados y países sólidos y desarrollados.

Sí, si esta Convención fuera una persona viviría en un lugar en donde su voz fue inexistente durante muchos años, y quizá aún lo sea, en un país en donde la política y sus protagonistas sólo aparecen cada cuatro años, en un país en donde el miedo ya no se percibe porque se ha incorporado a su imaginario.

Si la Convención sobre los Derechos del Niño fuera una persona, sabría ahora ya en la edad adulta lo que es la demagogia, la habría vivido en carne propia, entendería perfectamente el significado de exclusión y desesperanza.

Letras duras, realidades terribles, 20 años de mínimos avances y enormes desafíos que no pasan de un discurso partidario, de un beso de Judas y juguetes baratos en época navideña.

La Hora, 19 de noviembre de 2009.

Comentarios

Anónimo dijo…
huyyyyyyyy que pesimista que es, usted mira todo negro, todo malo, todo decadente, será que se siente reflejada, y es que esa imagen de buena no le va, dime con quien andas... que terrible es leerla

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