En la mira

Cada mañana al abrir los periódicos me encuentro con una constante: muertes. Pilotos de buses, brochas, pandilleros, mujeres, hombres, familias enteras y claro niños y niñas. Visto de esta forma, dentro de la cotidianidad y los sorbos de café, mezclados con la Cicig, huelgas magisteriales y entrevistas de Ripley de funcionarios públicos, es decir, la del vocero presidencial y otros seres mitológicos, una se pierde y pasa los dedos entre las páginas sin percatarse de las masacres que ocurren en Guatemala y de las cuales son víctimas la niñez y la adolescencia.

Gracias al esfuerzo de organizaciones de mujeres nos percatamos de la enorme cifra de mujeres asesinadas con saña en el país, más de 600 al año, lo que provocó la creación de la Ley del Femicidio en 2008 y la atención, además de la ciudadanía y organismos internacionales, en un tema tan delicado.

El año pasado de acuerdo al monitoreo de La Agencia de Noticias A favor de la Niñez y la Adolescencia, sólo en los medios escritos se registraron 523 muertes violentas de niñas, niños y adolescentes, una cifra que excede un poco a la de años anteriores y que evidencia que este sector de la población está en la mira de proyectiles y a la mano de proxenetas, delincuentes y gente sin escrúpulos.

Este dato seguramente es mayor, ya que muchas veces en los diarios se da cuenta de infantes y adolescentes heridos en disputas de pandillas y hechos delincuenciales, pero casi nunca se da seguimiento a los mismos. Y seguramente la cifra es mucho más alta si se toman en consideración todos los casos que no son cubiertos por los medios de comunicación.

Por si esto fuera poco, es impresionante observar la forma de muerte de muchas de estas personas. Balas perdidas que ciegan la vida de niños de brazos, como Anthony Josué Rosales, o de otros niños que dentro de un espacio supuestamente seguro como lo es su casa han fallecido mientras dormían o jugaban.

Adolescentes estrangulados, quemados, con el tiro de gracia y las manos atadas, niñas abusadas sexualmente antes de ser ultimadas. Avisos de limpieza social con nombres de futuras víctimas, jovencitos señalados en esos comunicados muertos días después, como Dany Servando Ramírez de 17 años, ejecutado por hombres con pasamontañas en Coatepeque.

Y aún hay más, adolescentes baleados por el Ejército tal y como lo consigna la nota de Nuestro Diario del 29 de mayo de 2009.

Vidas interrumpidas, familias destruidas, un irrespeto total a la vida, a la dignidad de las personas, a convenciones y tratados. Ya es tiempo de que el Estado asuma su responsabilidad y que el Gobierno de turno cumpla con lo prometido en la época electoral. Menos magdalenas y más seguridad.

La Hora, 21 de enero de 2010.

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