A la salud del hada verde

Acá estoy una noche de diciembre, viendo Arráncame la vida y sintiéndome en parte feliz dentro de la infelicidad que ya es bastante. No, no intento quejarme, hoy no tengo ganas, la hueva, el desvelo, el frío y las ausencias han hecho su trabajo. Y si escribo es sólo por costumbre, porque es jueves, y ese día publico, aunque hoy no porque es feriado y La Hora no se imprime.

La hueva, enorme que me cargo, resultado de un año de trabajo de sol a luna, y no estoy haciendo recuento de labores, ni de los daños, que los hay, en lo laboral también, por primera vez en mi vida y eso que soy afortunada en el juego….

Lo cual me lleva a otro tema en donde no salgo victoriosa, jamás, never, y forever, ya estoy convencida, nací para querer, pero no me hago la mártir, porque amar y querer no es igual y es que muchos sabemos querer, pero yo en realidad no se amar, y ya en serio no se si deseo manifestar ese sentimiento.

El desvelo, a huevos, la noche buena, hay que esperar las 12, que en realidad son las 24, abrir los regalos, poner cara de sorpresa y dar las gracias, aunque sepa yo y todos que mañana 26 luego de ir a comprar mis adornos navideños del 2009 con rebaja, voy a ir a cambiar uno a uno, casi todos los presentes recibidos la noche de ayer. Y sumado al desvelo, el cansancio, cociné, comidas elaboradas propias de la época con postre incluido, y está bien, es agotador, pero es rico también, es decir, a diferencia de mi cara circunspecta al destapar los regalos, ví sinceridad en los elogios y más les vale, sino hubiera sido debut y despedida, pero como en el esfuerzo como en el resultado todo estuvo bien, ya estoy buscando la receta de la rosca de reyes.

El frío, bueno, esa ya es una constante en esta casa, que de bueno trae que el sueño es más profundo y no hay nada mejor que dormir, perderse y olvidar o de pronto recordar, sucede.

Las ausencias. Gente que se va para nunca más volver, accidentes, infartos, viajes, silencios, largos silencios que a veces se interrumpen por la emotividad de las fiestas, pero nada más. Flores que marchitas caen del rosal amarillo y se van con el rastrillo, el viento o de pronto, casi nunca, se funden con la tierra para alimentar el color que ilumina la ventana.

Costumbre, rutina al escribir, tradiciones que mantener, ritos antes de acostarme, prácticas sociales, invernales si es que esto, podemos llamarle invierno, hábitos, manías, modas, porque no, maquillaje para el pelo, para el rostro, ropa nueva, tintes para el alma. Pascuas amarillas sobre el césped reseco de un jardín de vida eterna, formas que llenar para allanar el camino, otras lenguas, mares en calma, sellos en un documento que no puede comprarse con master card, Imagine, John y su grandeza de mirar más allá, el maullido de mi gata, explosiones espontáneas de cuetes desmenuzados, las facciones duras de mi Hulk de fieltro, oscuridad tras la ventana, cielo y arráncame la vida en una noche de diciembre, un 27 o 29, yo me entiendo, y un trago, uno sólo, de Absenta para sentirme mejor. Abur.

la no hora del 25 de diciembre de 2008.