11 de diciembre
Hoy tengo sentimientos encontrados. Podría sentirme feliz, hay rebajas en los libros en el Fondo de Cultura Económica, mi situación laboral ha mejorado, el dentista me felicitó por el cuidado que le doy a mis dientes y justo hoy vamos a celebrar con dos de las personas más maravillosas que existen la próxima venida de su bebé Julián.
Es más, puedo agregar que he disfrutado de días y noches maravillosas en la tierra de García Márquez, que mi corazón después de mucho tiempo está latiendo de nuevo a un ritmo que hasta me hace bailar, que mi ventana está llena de rosas amarillas y que al fin conseguí un disco de Nina Simone que deseaba mucho.
Pero no, yo no soy de esas personas que disfrutan de la felicidad, o de esos momentos alegres que de pronto sacuden mi ser. Justo ví el almanaque para calcular cuántos días me quedaban para tener mi casa dispuesta para esas reuniones navideñas que tanto me gustan, y justo los dos unos, es decir el número 11 me brincó a los ojos.
Y es que aunque me gustan los números impares y este día en realidad es importante para mí, o lo era, porque solía celebrarlo cada año, porque era en realidad un día de fiesta, su natalicio, el día de raciones quintuples de abrazos, ya no es así. Desde años, es sólo un día en que compro flores y visto con ellas el jardín donde guardamos ese cuerpo sin aliento del mayor de mis quereres.
Era tanta la alteración, que había pasado por alto la proximidad de la fecha, o quizá, mi mente, astuta y alcahueta, porque ha sido un año duro, quería engañarme, distraerme, hacerme olvidar ese ritual de flores, rezos y hojas del álbum pasando por mis dedos.
Podría sentirme feliz, de hecho me siento un poco, y no me arrepiento -esas ideas judeocristianas de la culpa, porque sí, sentí culpa mucho tiempo, yo estaba ahí, me protegía- ya no me atormentan tanto.
Pasó, así nomás, o no, pasó porque en este país pasan esas cosas, porque la violencia se expande, porque los buenos se van primero, verdad Calaca, porque así tenía que ser, o porque el amor puede ser tan grande que no mide el peligro.
No estoy triste, aunque estoy llorando. Voy a poner el disco, a comprar las flores, a pensar que mi corazón se expande para que él quepa un poquito, voy a recordarlo sonriente, como siempre, cariñoso y cantando. Y que importan que se crucen las emociones y que la risa espante un poco el llanto.
Es más, puedo agregar que he disfrutado de días y noches maravillosas en la tierra de García Márquez, que mi corazón después de mucho tiempo está latiendo de nuevo a un ritmo que hasta me hace bailar, que mi ventana está llena de rosas amarillas y que al fin conseguí un disco de Nina Simone que deseaba mucho.
Pero no, yo no soy de esas personas que disfrutan de la felicidad, o de esos momentos alegres que de pronto sacuden mi ser. Justo ví el almanaque para calcular cuántos días me quedaban para tener mi casa dispuesta para esas reuniones navideñas que tanto me gustan, y justo los dos unos, es decir el número 11 me brincó a los ojos.
Y es que aunque me gustan los números impares y este día en realidad es importante para mí, o lo era, porque solía celebrarlo cada año, porque era en realidad un día de fiesta, su natalicio, el día de raciones quintuples de abrazos, ya no es así. Desde años, es sólo un día en que compro flores y visto con ellas el jardín donde guardamos ese cuerpo sin aliento del mayor de mis quereres.
Era tanta la alteración, que había pasado por alto la proximidad de la fecha, o quizá, mi mente, astuta y alcahueta, porque ha sido un año duro, quería engañarme, distraerme, hacerme olvidar ese ritual de flores, rezos y hojas del álbum pasando por mis dedos.
Podría sentirme feliz, de hecho me siento un poco, y no me arrepiento -esas ideas judeocristianas de la culpa, porque sí, sentí culpa mucho tiempo, yo estaba ahí, me protegía- ya no me atormentan tanto.
Pasó, así nomás, o no, pasó porque en este país pasan esas cosas, porque la violencia se expande, porque los buenos se van primero, verdad Calaca, porque así tenía que ser, o porque el amor puede ser tan grande que no mide el peligro.
No estoy triste, aunque estoy llorando. Voy a poner el disco, a comprar las flores, a pensar que mi corazón se expande para que él quepa un poquito, voy a recordarlo sonriente, como siempre, cariñoso y cantando. Y que importan que se crucen las emociones y que la risa espante un poco el llanto.
Comentarios
lastima que las amigas no tenemos un gps o radar para saber cuando necesitas una llamadita, o un aliento de cariño
te quiero mucho