Flores blancas
Te tengo presente a pesar de que ya son casi dos décadas de ausencia, si, ya sé, me lo han dicho repetidas veces, que no lo diga de esa forma, porque tú nunca me abandonaste, aunque hubo momentos en que así lo sentí.
Te fuiste, te largaron es decir, de forma violenta del espacio en el que podía alcanzarte, o en el que en ese tiempo concebía como el único para estar junto a ti.
Mi mundo, hasta ese entonces de colores, se opacó, la risa se borró de mi rostro y los sueños se volvieron tan sólo esa acción que ocurre cuando se duerme, todo lo que habíamos pensado a futuro, que vaya si no hablábamos de eso, ya no era nada, no tenía sentido.
Sin embargo, de alguna forma tú, tú en mí y esa complicidad que vivíamos, me dio ánimos, me hizo entender -mentira, aún no lo comprendo y creo que nunca podré - pero me hizo vivirte en la distancia, y perdonar tu súbita partida.
Me enseñó además, a ver alrededor y querer y valorar más a mi otra fuente de vida. Tu sonrisa infinita, tu mirada precisa y la sonoridad de tu voz, que en algún momento quise borrar de mi imaginario para no llorar tanto, reaparecieron y aprendí a quererte de nuevo, así invisible, invencible y regio.
Ahora, casi dos décadas después te llevo conmigo, pero también te extraño, cuando te llevo flores blancas, cuando en la serenidad de ese jardín veo tu nombre en un pedazo de mármol, quisiera retroceder el tiempo, para poder sentir el calor de tus abrazos, sentirme segura y en paz, y decirte lo mucho que te quiero, porque te quiero aún, porque te querré siempre.
Los días pasan, los años nos transforman, gente aparece en nuestras vidas, y otras se van como tú, y en ocasiones los envidio, porque en el fondo de mi ser, aunque ya no me lo creo tanto, guardo a veces la esperanza de mirarte de nuevo, de escuchar en tu voz esos poemas nocturnos, de saberme cuidada, querida y feliz.
La Hora 19 de junio de 2008.
Te fuiste, te largaron es decir, de forma violenta del espacio en el que podía alcanzarte, o en el que en ese tiempo concebía como el único para estar junto a ti.
Mi mundo, hasta ese entonces de colores, se opacó, la risa se borró de mi rostro y los sueños se volvieron tan sólo esa acción que ocurre cuando se duerme, todo lo que habíamos pensado a futuro, que vaya si no hablábamos de eso, ya no era nada, no tenía sentido.
Sin embargo, de alguna forma tú, tú en mí y esa complicidad que vivíamos, me dio ánimos, me hizo entender -mentira, aún no lo comprendo y creo que nunca podré - pero me hizo vivirte en la distancia, y perdonar tu súbita partida.
Me enseñó además, a ver alrededor y querer y valorar más a mi otra fuente de vida. Tu sonrisa infinita, tu mirada precisa y la sonoridad de tu voz, que en algún momento quise borrar de mi imaginario para no llorar tanto, reaparecieron y aprendí a quererte de nuevo, así invisible, invencible y regio.
Ahora, casi dos décadas después te llevo conmigo, pero también te extraño, cuando te llevo flores blancas, cuando en la serenidad de ese jardín veo tu nombre en un pedazo de mármol, quisiera retroceder el tiempo, para poder sentir el calor de tus abrazos, sentirme segura y en paz, y decirte lo mucho que te quiero, porque te quiero aún, porque te querré siempre.
Los días pasan, los años nos transforman, gente aparece en nuestras vidas, y otras se van como tú, y en ocasiones los envidio, porque en el fondo de mi ser, aunque ya no me lo creo tanto, guardo a veces la esperanza de mirarte de nuevo, de escuchar en tu voz esos poemas nocturnos, de saberme cuidada, querida y feliz.
La Hora 19 de junio de 2008.
Comentarios
Saludos.
TU COLUMNA DE HOY ME ENCANTÓ, LOGRASTE QUE MIS OJOS IMITARAN EL TIEMPO, Y NO PUDE CONTENER UNAS LÁGRIMAS.
UN ABRAZO
Un abrazo
Un abrazo y un sentimiento de cariño especial para usted.
Te mandamos un besote.
ya han dicho todos bastante........