Mucho ruido y pocas nueces
Hemos sido educados para obedecer, asentir con la cabeza, pedir permiso, pedir perdón aporreándonos el pecho y para sonreír, así el alma se nos deshaga.
Quizá por eso no me extrañó tanto ver a través de la televisión la emoción con la que algunos y algunas personas de Chimaltenango esperaban a Bush, la manipulación pudo no haber sido mucha, porque la ingenuidad y la fe aún palpitan en nuestra gente.
Tampoco me extrañó la inusitada felicidad de Berger y su gabinete, de ellos uno espera cualquier cosa, más aún cuando de payasadas se trata, porque lo que menos hubo en esta sonada visita fue seriedad. Bush cargando lechugas y abrazando niñas indígenas, Berger presumiendo su parcelita y a los folklóricos de sus habitantes.
Lo cierto del caso es que lo que debía plantearse, un trato digno para los y las guatemaltecas que trabajan en Estados Unidos, para esos niños y niñas que están ahorita separados de sus padres y madres, no se abordó como debiera, las respuestas del mandatario gringo no fueron esperanzadoras y la actitud de nuestro Presidente (aunque no se espera mucho de él) y de Stein, fueron lamentables.
Se habló al final lo que al Gobierno gringo le interesa: la producción de etanol y el combate al narcotráfico y de pilón pasó la mano diciendo que van a contribuir en el tema educativo y, en el caso de las adopciones, en la ratificación del Convenio de La Haya, lo cual no garantiza que el negocio de venta de niños y niñas cese.
Así las cosas, más fue la bulla, la gastadera, la imposición y la humillación, que lo que se logró con esta visita. En fin, mal de muchos, (porque Bush lo es, para muestra el Medio Oriente, las y los migrantes y medio mundo al final) consuelo de tontos, lo digo por la felicidad de algunos al apretar su mano, tomarse la foto y cenar juntos, y no precisamente tortillas con guacamol.
La Hora, 14 de marzo de 2007.
Quizá por eso no me extrañó tanto ver a través de la televisión la emoción con la que algunos y algunas personas de Chimaltenango esperaban a Bush, la manipulación pudo no haber sido mucha, porque la ingenuidad y la fe aún palpitan en nuestra gente.
Tampoco me extrañó la inusitada felicidad de Berger y su gabinete, de ellos uno espera cualquier cosa, más aún cuando de payasadas se trata, porque lo que menos hubo en esta sonada visita fue seriedad. Bush cargando lechugas y abrazando niñas indígenas, Berger presumiendo su parcelita y a los folklóricos de sus habitantes.
Lo cierto del caso es que lo que debía plantearse, un trato digno para los y las guatemaltecas que trabajan en Estados Unidos, para esos niños y niñas que están ahorita separados de sus padres y madres, no se abordó como debiera, las respuestas del mandatario gringo no fueron esperanzadoras y la actitud de nuestro Presidente (aunque no se espera mucho de él) y de Stein, fueron lamentables.
Se habló al final lo que al Gobierno gringo le interesa: la producción de etanol y el combate al narcotráfico y de pilón pasó la mano diciendo que van a contribuir en el tema educativo y, en el caso de las adopciones, en la ratificación del Convenio de La Haya, lo cual no garantiza que el negocio de venta de niños y niñas cese.
Así las cosas, más fue la bulla, la gastadera, la imposición y la humillación, que lo que se logró con esta visita. En fin, mal de muchos, (porque Bush lo es, para muestra el Medio Oriente, las y los migrantes y medio mundo al final) consuelo de tontos, lo digo por la felicidad de algunos al apretar su mano, tomarse la foto y cenar juntos, y no precisamente tortillas con guacamol.
La Hora, 14 de marzo de 2007.
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