Delirios diarios en la atrancazón

Enfurecidos, así todos, cuando la oportunidad lo permite, avanzan con todas sus fuerzas. Nadie puede pasar, el motor ruge, el pie se adhiere al acelerador y todo impide ir hacia delante, ¡ay! de aquel o aquella que ose interponerse en su camino, cualquier insulto es nada, los gestos, ojos enrojecidos, ceños fruncidos, manos apretando al timón, el calor sofocante que los mismos vehículos generan, el ruido de los frenazos de las camionetas y los vendedores de todo: manías, aguas, algodones. La basura se acumula en las orillas de la carretera, los carros se detienen, no sólo por la cola, sino porque se recalientan, los capós se abren, el humo, el vapor que se eleva. Los policías parecen esponjas fluorescentes, basta acercarse un poco a ellos para ver el sudor correr por sus rostros, por el silbato; la gente que con piocha en mano pica el cemento siente el crujir de su piel al tostarse por el sol y tornarse un poco más oscura, mezcla de los rayos solares y del smog que se les adhiere. No hay orden, conos naranja por un lado, rótulos que dicen siga y manos que dicen pare, piedras en el camino, carros subiéndose a las banquetas, rompiendo por desesperación los ya casi inexistentes bordes un día engramillados que separan las rutas de ida y venida. Bocinazos, “¡su madre!”, zappin en la radio, el aire acondicionado zumbando para menguar el calor y el ruido de afuera. La música de ese camión atenta contra la integridad de mi cerebro y del de adelante, un pitazo, avanzamos diez metros, no menos, un frenazo, bocinan los que van, bocinan los que vienen, “¡estúpida!”: “lo siento, se me apagó el carro”. Los del pick up de adelante me miran y se ríen, ¡estoy acomplejada!, no, se ríen más, mastican con la boca abierta y tiran las bolsitas vacías a la calle, el del carro de al lado fuma, tamborilea el dedo sobre el cigarrillo, vuelven a bocinar, no vienen carros del otro lado, empezamos a avanzar, prendo de nuevo el carro y me preparo para la embestida, no quiero que me recuerden de nuevo a mi progenitora, cuento hasta diez, cualquier insulto lo pasaré por alto, ALTO, ¡ya quiten el alto! Ya podemos pasar, por fin el pitazo, y vamos, ¿cuántos minutos pasarán para de nuevo empezar esta historia?…

La Hora, 14 de febrero de 2007

Comentarios

Lunatrack dijo…
todo es parte del circulo, yo por eso no manejo , delego
klavaza dijo…
Me hiciste recordar con nostalgia los días cuando salía de Gillette a las 11 de la noche para circular sobre el Periférico a toda velocidad. Era raro ver un auto. Hoy los ves a toda hora y en todo lugar. Es desesperante, pero el futuro no luce mejor, con 80 mil autos más sumándose al parque vehicular de la capital. Vaya si Cortázar no tenía razón.
Anónimo dijo…
SIMPLEMENTE...!!!!EXCELENTE¡¡¡¡

Felicitaciones y un abrazo en el dia del cariño
Anónimo dijo…
Unicamente para felicitarla por el comentario "Delirios diarios en la atrancazon", sirve como espejo personal en el diario vivir.
Anónimo dijo…
Se le apagó el carro? No les haga caso.
Anónimo dijo…
me gustó su columna, en realidad es bastante pranóica (el texto) :D
Anónimo dijo…
el paso a desnivel de San cristobal?
Anónimo dijo…
veo en sus letras una lucidez de antología...
Anónimo dijo…
Pues creo, de todo corazón, que entre atores y falta de abas o lo que sea, le disparan la imaginación narrativa... Por lo mismo, adelate!!!

Feliz día del Cariño.
Rat dijo…
Claudia, impecable. El blog: muy interesante.



[Saludos]
Amigo de el espejo, su blog también es interesante, pero es anónimo?
es usted de Nicaragua?
gracias por leerme, yo también ahora voy a leer el suyo.
Saludos
Claudia
Rat dijo…
Muchas gracias a usted.

Soy de donde soy.

Un abrazo, pasa cuando quieras.

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