¿Va a llevar muchachitos?, ¿va a llevar?
Guatemala, mi país, mi a veces terrible patria. ¡Qué pobres somos!, ¡qué miserables!
Ya no alcanza el dinero. Acá uno se muere hasta por Q5, la vida no vale nada, ¿o sí? Yo creo que para quienes se dedican al negocio del tráfico de personas, perdón, quise decir a las adopciones, una vida vale mucho, pero mucho más de lo que pesa, por supuesto en dólares o euros.
Basta con ver algunos hoteles de prestigio de la Zona Viva, extranjeros, en su mayoría gringos, van y vienen cargando bebés morenitos, trayendo pañales y firmando papeles.
¿Cuánto pagarán estas parejas de padres en potencia para llevarse a casa a un pequeño chapín?
La suma seguramente es grande, eso ni quien lo ponga en duda, si no, ¿por qué el Congreso no termina de aprobar la ley de adopciones?, ¿por qué, pese a que se conoce a Guatemala como a uno de los principales exportadores de niños, seguimos sin un pinche documento que proteja la vida de los ya ciudadanos?
Aunque, ¿qué más da?, acá las leyes se hicieron para violarlas, total la Policía es ineficiente y la gente del Ministerio Público inepta y haragana.
Algunos abogados y otros cuelludos del Gobierno hacen su agosto todo el año y los demás guatemaltecos comunes y corrientes nos hacemos de la vista gorda, cuando entendemos, porque habrán muchos que ni siquiera se den cuenta, mientras vemos como se negocia a plena luz del día a los niños y niñas, que ni siquiera son huérfanos por causas mayores, sino que han sido concebidos por mujeres estúpidas y sin escrúpulos con tal de ganarse unos cuantos centavos, y al final tontas, porque no reciben ni el 10% de lo que cuesta la “mercancía”.
En cambio, un guatemalteco sin posibilidades de concebir y con todos los deseos de tener un hijo, al igual que esas parejas extranjeras que adoptan, no tiene posibilidad alguna: los trámites, las trabas y complicaciones son miles, y solo llega a darse la remota posibilidad siempre y cuando el color del billete sea del gusto del vendedor.
¿Qué pasa con las leyes internacionales, y con los derechos humanos, que permiten que esto siga así? ¿Por qué estos extranjeros no adoptan en su países? y si quizá estos niños van a tener una vida mejor en otro país, ¿por qué no priorizar a los niños que por la muerte de sus padres o por circunstancias mayores han quedado huérfanos?
¿Quién vela porque los niños que se van no sean destazados y sus órganos vendidos para curar a otro o no sean explotados sexualmente o maltratados por un sádico?
Al final todos son responsables, los congresistas y demás autoridades por ineptos y vendidos, los que venden, los que anuncian a los niños, las mujeres que se embarazan sólo para eso, los que compran; todos contribuyen a que la maquila chapina de niños siga produciendo más, más y más. Acá todo es posible. En el reino de la impunidad ¿quién dijo miedo?, si se puede vender hasta el alma.
La Hora, 18 de mayo de 2006.
Ya no alcanza el dinero. Acá uno se muere hasta por Q5, la vida no vale nada, ¿o sí? Yo creo que para quienes se dedican al negocio del tráfico de personas, perdón, quise decir a las adopciones, una vida vale mucho, pero mucho más de lo que pesa, por supuesto en dólares o euros.
Basta con ver algunos hoteles de prestigio de la Zona Viva, extranjeros, en su mayoría gringos, van y vienen cargando bebés morenitos, trayendo pañales y firmando papeles.
¿Cuánto pagarán estas parejas de padres en potencia para llevarse a casa a un pequeño chapín?
La suma seguramente es grande, eso ni quien lo ponga en duda, si no, ¿por qué el Congreso no termina de aprobar la ley de adopciones?, ¿por qué, pese a que se conoce a Guatemala como a uno de los principales exportadores de niños, seguimos sin un pinche documento que proteja la vida de los ya ciudadanos?
Aunque, ¿qué más da?, acá las leyes se hicieron para violarlas, total la Policía es ineficiente y la gente del Ministerio Público inepta y haragana.
Algunos abogados y otros cuelludos del Gobierno hacen su agosto todo el año y los demás guatemaltecos comunes y corrientes nos hacemos de la vista gorda, cuando entendemos, porque habrán muchos que ni siquiera se den cuenta, mientras vemos como se negocia a plena luz del día a los niños y niñas, que ni siquiera son huérfanos por causas mayores, sino que han sido concebidos por mujeres estúpidas y sin escrúpulos con tal de ganarse unos cuantos centavos, y al final tontas, porque no reciben ni el 10% de lo que cuesta la “mercancía”.
En cambio, un guatemalteco sin posibilidades de concebir y con todos los deseos de tener un hijo, al igual que esas parejas extranjeras que adoptan, no tiene posibilidad alguna: los trámites, las trabas y complicaciones son miles, y solo llega a darse la remota posibilidad siempre y cuando el color del billete sea del gusto del vendedor.
¿Qué pasa con las leyes internacionales, y con los derechos humanos, que permiten que esto siga así? ¿Por qué estos extranjeros no adoptan en su países? y si quizá estos niños van a tener una vida mejor en otro país, ¿por qué no priorizar a los niños que por la muerte de sus padres o por circunstancias mayores han quedado huérfanos?
¿Quién vela porque los niños que se van no sean destazados y sus órganos vendidos para curar a otro o no sean explotados sexualmente o maltratados por un sádico?
Al final todos son responsables, los congresistas y demás autoridades por ineptos y vendidos, los que venden, los que anuncian a los niños, las mujeres que se embarazan sólo para eso, los que compran; todos contribuyen a que la maquila chapina de niños siga produciendo más, más y más. Acá todo es posible. En el reino de la impunidad ¿quién dijo miedo?, si se puede vender hasta el alma.
La Hora, 18 de mayo de 2006.
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