En mi mente
"Un cuarto propio" es la crítica de Virginia Woolf (1882-1941) al sistema imperante en su época y que prevalece en muchas partes del mundo. Las mujeres, tema aparte.
Trata sobre la relación entre la literatura y el hecho de ser mujeres. Ejemplifica con realidades y situaciones hipotéticas que hacen reflexionar en cómo sería el mundo de las letras si las mujeres hubieran vivido en condición de igualdad con los hombres desde siempre y hasta hoy.
Aunque me emocioné cuando me regalaron este libro, al empezar a leerlo me sentí desilusionada: no encontraba su esencia mágica. Pero al iniciar el capítulo dos recordé que no debía basar mis juicios sólo en la primera impresión, para no quedar con una idea errónea sobre la autora y un halo de duda hacia quienes me lo recomendaron.
El compromiso de escribir esta reseña me hizo seguir leyendo, sumergiéndome en un espacio donde el tema es que ser mujer, en la práctica, significa que no se es nada, cosa que Woolf logra erradicar a través de sus palabras, su acuciosidad y magnífica imaginación.
No sé si pueda reseñar un libro como éste porque podría equivocarme en mis apreciaciones y con ello limitar el deseo de alguien por leerlo. Lo que sí puedo decir es que «Un cuarto propio» es un libro que toda mujer debe leer, y no por ser feminista o pensar que se es -dos cosas muy distintas-, sino porque ella, con su enunciado de que para escribir novelas una mujer necesita tener dinero y cuarto propio, da por sentado que para hacer muchas cosas en la vida, y no precisamente escribir, las mujeres debemos tener independencia. No hablo sólo de la económica -que implica vivir aparte de los padres (meta que no he logrado) y mantenerme sola-, sino de esa independencia de prejuicios que se da con el tiempo y los sinsabores. Y la verdad es que los hombres también tendrían que leerlo porque prejuiciosos somos todos.
Me queda claro que, además de quitarme ese bulto cultural y social que llevo encima, debo valorar mucho mis sueños y éstos deben pesar un poco más en la balanza de mi andar por este mundo, porque -siendo totalmente realista- nunca voy acercarme siquiera un poco a ser una Virginia Woolf.
Traducida por Borges, es una lectura que, sin contar el capítulo uno, te da apetito de letras: 125 páginas que se van entre los dedos y se quedan girando en la mente y en algún lugar del cuerpo donde la ansiedad cobra vida para dar paso a la creación.
La Cuerda, Junio de 2004
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