Brujas

Quisiera serlo a veces, aunque algunos dicen que sí lo soy, es más, junto con mi grupo de amigas somos señaladas como ellas, y sí, de pronto, brujas, hechiceras, magas, videntes, aojadoras y encantadoras (a veces).

Me sienta bien el negro y me gustan los gatos, de las escobas… quizá sea la única del grupo que soy amiga, aunque eso va más por mis compulsiones. Mis pálpitos son certeros, aunque generalmente los ignoro, me gustan las pócimas, pociones y pasiones y gracias a estas últimas me lleva la tristeza unas cuantas veces al año (aunque bueno, el resto del tiempo me doy por satisfecha).

Mis conjuros son siempre de buenas vibras, miento, a los camioneteros y los de Emetra, les deseo otras cosas, ah y también a los políticos.

No llego a caldero, ni siquiera a estufa, tampoco tengo verrugas ni una nariz prominente.

Me gusta el 31 de octubre, y me gusta poder vestirme de forma distinta, convertirme en otro ser, otra cosa, desinhibirme gracias a un antifaz y poder tener un pretexto para ver a mis amigos, me gusta que sea una noche de dulces, de velas, de lunas, de historias.

Y no brindo por el diablo, ni le rindo tributo como algunos (unas) dicen, más le agradan ciertos pastores, curas y rezadoras cuyo dedo índice erecto, me (nos) señalan cuando en el súper nos paramos frente al anaquel de disfraces.

Pero no voy a imitarlos y dedicar este espacio a criticar sus posturas, total, cada quien… A mí, las brujas me gustan, Halloween, aunque fiesta gringa también, mañana con el fiambre y los barriletes localizo mis arrebatos y elevo con esos retazos de papel de china mis pensamientos esperando que algún conjuro se haya quedado en el espacio la noche anterior, para ver si suceden.