En agosto
Una de las cosas que más me gusta de agosto es el Festival del Centro Histórico, porque una parte de la zona 1 se vuelve un escenario, porque la cultura, un derecho negado para la mayoría de la población, se democratiza y porque el talento de las y los artistas se hace evidente.
Lecturas de poesía, música, teatro, danza, el parque central repleto de ventas de libros, no del todo en oferta, pero bueno, al menos a la vista, comparsas, performances, las playeras unidas que cuelgan del Palacio de Correos, el Encuentro de Arte Comunitario organizado por Caja Lúdica, que no se bien si forma parte o no de esta fiesta, pero que fue algo maravilloso, por reunir a artistas de tantos puntos de Guatemala.
La presentación de Qak’aslemal el documental del cineasta Alejo Crisóstomo sobre Guatemala y la presentación del Cuarteto Contemporáneo de Cuerdas en el Palacio Nacional dándole sonido a esta poesía visual. La generosidad de algunos artistas como Paulo Alvarado por ejemplo, siempre apoyando los esfuerzos de otros, sabiendo compartir su talento.
Tanto esfuerzo, tanto arte y sentimiento aglomerado en un espacio que muchos desprecian, seguro porque no conocen, un espacio que también reúne a mucho políticos en edificios preciosos con ecos de mentiras, el jing y el jang de la histórica zona que inspiró a Asturias, a Milla y muchos más.
La feria de Jocotenango, la fiesta de la Virgen de la Asunción, chupetes, algodones, garnachas y buñuelos, los juegos mecánicos a los que nunca me subiré por precaución o por cobardía, el tiro al blanco con muñecos que bailan canciones gruperas, el sincretismo de pueblos, palpable y en momentos contagioso.
Sí, una de las cosas que me más me agrada de este mes lluvioso es sin duda esa fiesta, la cultural, la que invita a caminar por el centro, a conocerlo y reconocerlo, a buscar en las ventas de libros usados, a sentarse por un instante en una banca frente al portal, lustrarse los zapatos, verse dibujado a lápiz y de pronto descubrirse en ese papel de otra manera.
La Hora, 16 de agosto de 2007.
Lecturas de poesía, música, teatro, danza, el parque central repleto de ventas de libros, no del todo en oferta, pero bueno, al menos a la vista, comparsas, performances, las playeras unidas que cuelgan del Palacio de Correos, el Encuentro de Arte Comunitario organizado por Caja Lúdica, que no se bien si forma parte o no de esta fiesta, pero que fue algo maravilloso, por reunir a artistas de tantos puntos de Guatemala.
La presentación de Qak’aslemal el documental del cineasta Alejo Crisóstomo sobre Guatemala y la presentación del Cuarteto Contemporáneo de Cuerdas en el Palacio Nacional dándole sonido a esta poesía visual. La generosidad de algunos artistas como Paulo Alvarado por ejemplo, siempre apoyando los esfuerzos de otros, sabiendo compartir su talento.
Tanto esfuerzo, tanto arte y sentimiento aglomerado en un espacio que muchos desprecian, seguro porque no conocen, un espacio que también reúne a mucho políticos en edificios preciosos con ecos de mentiras, el jing y el jang de la histórica zona que inspiró a Asturias, a Milla y muchos más.
La feria de Jocotenango, la fiesta de la Virgen de la Asunción, chupetes, algodones, garnachas y buñuelos, los juegos mecánicos a los que nunca me subiré por precaución o por cobardía, el tiro al blanco con muñecos que bailan canciones gruperas, el sincretismo de pueblos, palpable y en momentos contagioso.
Sí, una de las cosas que me más me agrada de este mes lluvioso es sin duda esa fiesta, la cultural, la que invita a caminar por el centro, a conocerlo y reconocerlo, a buscar en las ventas de libros usados, a sentarse por un instante en una banca frente al portal, lustrarse los zapatos, verse dibujado a lápiz y de pronto descubrirse en ese papel de otra manera.
La Hora, 16 de agosto de 2007.
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