De sapos, príncipes y hombres verdes

La fantasía que los cuentos infantiles grabaron en mi Mente, se remarcó, con las películas de final feliz y además, consciente de que lo invisible es esencial a los ojos, me concentré en la idea de los sapos, esperando esa maravillosa transformación que en realidad me resultó algo así como la de Kafka, es decir, fue empeorando cada vez. Los príncipes, que a mi criterio no podían ser azules sino verdes, - por la idea de los sapos - no eran tales o simplemente no aparecían, y mientras, yo seguía esperando a que lloviera para que aparecieran en los charcos.

La televisión, mi época, los cómics y mi locura crearon en mí otra idea de un hombre increíble, como HULK. No, mentira, pero sí increíble en el sentido humano, seguía clara (hasta entonces) de que en la vida no había más de dos glorias juntas, es decir sensibilidad, dulzura, inteligencia, humanidad y belleza; difícil, y me afiancé a la idea de un tipo verde que emanara o supurara alguno de estos dotes,
porque la realidad es muy distinta de los sueños. Pero con el tiempo fui quitándome la idea de la cabeza, no sin dejar de pensar de vez en cuando en los árboles verdes y las esperanzas verdes.

Hasta que un día, como por arte de magia la luz verde de unos ojos, ojos verdes que invitaban más allá de ellos, me iluminaron con su color de savia, y supe que podía de nuevo creer en el verde de mis ilusiones, “si te quiero es porque sos… mi amor, mi cómplice y todo...”, pero la bruja de los vientos puso tierra de por medio
y quizá, nunca llegue a traspasar esa mirada.

Y bueno, no todos los cuentos tienen un final feliz, sin embargo, al menos hoy sé que fugazmente existe la felicidad, y ese era el instante verde que mi vida esperaba, y aunque hubiera querido que fuera eterno, lo importante es que ahora sé que esa persona existe, que es de carne y hueso y que no sólo vive en mis sueños, aunque tal vez a partir de ahora se quede ahí, o quien sabe, el final no tengo que escribirlo ahora, ni tampoco yo.

La Hora, 23 de agosto de 2006