Agosto de 2001

La noche ya estaba de que ratos contando horas extras, el sereno empezaba a caer invisiblemente sobre nuestros rostros empeñados en mantener los ojos abiertos y observar un mundo donde el vaho de la existencia tambaleaba junto con los tragos ingeridos de antro en antro.

Apareció como siempre, sonriendo, me dio un abrazo fuerte de esos que gratifican el cansancio del alma y luego me dijo las mismas palabras de siempre, maría como está de bella, como siempre, cambie el tema, y le pregunte ¿qué se ha hecho? y hablamos del porque las luciérnagas se enamoran de los faroles aun y cuando estos no titilan, de cómo las hormigas enfrentan el invierno y de cuánto lúpulo contendrán las cervezas. Me dijo, ¡está borracha!, y le dije que si, y que que bueno, no siempre puedo darme el lujo de relajarme de esta forma y de olvidarme de quien soy, que al final no es gran cosa, pero que es una razón para estar conciente y esto no siempre resulta agradable. Pensamos en Bob Marley y agradecimos a.... las cosas de la vida que hacen que existan seres tan grandes, recordamos cosas pasadas, unas bastante tontas y hasta un poco dolorosas y también reímos con el futuro, un futuro que aún espero y que el ya no puede contar, me dijo, como tantas veces, que algún día cuando la vejez se empeñara en hacerme la vida tormentosa, iba a darme cuenta de que sus palabras no estaban sonriendo como su rostro, que eran ciertas. Me dijo que siempre su mano iba a sujetar la mía y que cuando mis lágrimas decidieran rodar por fin libremente y la soledad arremetiera contra mi ser causando ese enorme vacío ahí dentro, el iba a estar ahí como siempre, esperando que despertará de ese pequeño mundo en el que siempre me empeñe en creer y al cual en realidad no pertenezco.

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