Pirenópolis
Me encuentro a 137 kilómetros de Brasilia en un pequeño pueblo de calles empedradas, techos de tejas, ventanas y puertas abiertas, sonrisas francas, hombres morenos (muy lindos), comida abundante y exquisita (al menos para el turista), bebidas libres y con nombres exóticos, eróticos y estrambóticos (como los diseños de Kimberly de las Estrellas de la Línea ) y un grupo de amigas y amigos latinoamericanos sencillos, concientes (menos en las noches) y consecuentes con sus ideales, sus sueños y a veces con sus pesadillas.
Y de pronto éstas (pesadillas) se traducen salpicadas por el Río de las Almas en un idioma ahora universal, catalogado en portuñol y carcajadas, mientras el vaho místico de la ciudad se cuela entre un grupo de rezadores de cuaresma, turistas incrédulos y compradores de souvenirs esotéricos.
Este lugar al cual llegué entre paisajes verdes y casas de adobe, que me recordaban todo el camino a mi bello y a veces horrendo país, me permitió escaparme, momentáneamente claro, de una inmensa tristeza, de una separación filial que el océano marcó en estos días lluviosos en el sur del continente, días entristecidos como yo, aunque ahora no los sienta tanto gracias al calor de esta gente maravillosa.
Gente que me invita a contarles lo lindo que es mi país y sus habitantes, lo inmensa que es su historia y sus tradiciones, parecidas en mucho a las de las tierras de ellos.
Pero de pronto, cuando el silencio de la noche me recuerda lo que ocurre allá en la corona de la América Central , lo veo horrendo, lo veo vacío, porque la pobreza, la violencia y la prepotencia empujan a las personas a marcharse, a buscar horizontes distintos, lunas nuevas, sabores nuevos y nuevos cariños.
Ahora lo pienso y no lo siento tanto, pero al volver sé que voy a hundirme en la tristeza, cuando la ausencia se sienta, cuando el recuerdo me acompañe y busque insistentemente olores, palabras e imágenes.
Me encuentro a miles de kilómetros de distancia abrazada por la magia de esta ciudad de ensueño, pero estoy triste, muy triste, temiendo el regreso.
La Hora, 13 de marzo de 2008.
Comentarios
Excelente relato. Gracias y saludos.
Un abrazo y que lo siga pasando en esa bruma hermosa del recuerdo y de las sensaciones.
Un abrazo.
y de nuevo anonymous porque no me deja firmar sin más...
quisiera haber estado con claudia en pirenópolis (yo le cambié el nombre y leí piró-polis, la ciudad ardiente! aunque si fuese la cuidad del pirineo podría ser andorra, ok ya dejo de viajar) añoro noches y tertulias como las que ella cuenta...europa es tan lluviosa, tan apática!
sin embargo me asombra la enorme similitud de las tristezas sea el continente que sea...
ánimo pecosa, llora si hace falta y sábete que tienes mi pecho, mi hombro o lo que se estile por ahí.
que ridicula es, deje de quejarse y alegrese de tener la vida que tiene, demasiado buena diria yo si uno se pone a ver al resto de guatemaltecos, lo que pasa es que es una mujer caprichuda, necia y malcriada, que buena falta le hizo que la corrigieran un poco, para que dejara de ser tan llorona, quejista y exigente.
sr. o sra. anonymous simplón/a,
acaso no se paró a pensar que la vida le da tragos amargos sea cual sea su estado económico?????
es usted tan simple que no percibe los estados de ánimo?????
sobran todos los adjetivos insultantes así que mejor se disculpa, no le parece?????
o quizá le duelen las denuncias que claudia hace?????
ella es una hermosa mujer que podría callarse las cosas...
por si el anonymous está obtuso, no vaya a pensar que dije "hermosa" de modo superficial (aunque sea cierto que es físicamente muy guapa, hermosa de mirar) cuando en realida decía que es una hermosa persona, "bella persona" que se dice, o también "muy buena gente" y eso, sépalo bien, se nace así, se lleva dentro, se va forjando...y no depende de ropas ni peinados, ok?