Paranoia
Me despierto con la angustia que un ruido en mi inconciente provocó. Aún no amanece y ese ladrar de los perros me acelera los latidos del corazón. No pasa nada, me digo, me repito y miro de reojo esa puerta rota a patadas.
Llega la mañana y al compás del reloj mis pies caminan por toda la casa mientras me visto y preparo el café, antes de salir vuelvo a revisar cada puerta, cada ventana, ¡que no pase nada Dios mío!
Salgo a la calle, el tráfico matutino se incrementa cada día, siento calor, quizá por el café, pero no puedo bajar la ventana, en ese semáforo, si, justo en el de San Cristóbal encañonaron a Juanca y le quitaron el carro. Continúo al ritmo que los otros carros marcan, veo a la gente que va en los buses con caras de susto, de terror. En la puerta cuelgan otras personas, ellos llevan doble miedo.
Llego a la reunión y una de mis compañeras llora, ayer mataron a su vecina, sí la maestra que salió hoy en los periódicos, y los periódicos… no quiero abrirlos, no quiero leer de nuevo como otra mujer apareció mutilada, como le dieron el tiro de gracia a un niño, como violaron a esa jovencita en Baja Verapaz, como le dispararon a otra niña en Izabal o esa adolescente embarazada justo en el vientre.
La calle de nuevo. Tengo que salir, no quiero, pero el trabajo me lo pide, dejo mi carro en un parqueo cercano y camino con la bolsa abrazada, apretujada, mi cabeza gira buscando a la persona que vendrá a asaltarme, a lastimarme.
Hago los trámites, luego tengo que ir al banco, pero el tipo que está dentro de ese carro parece sospechoso, mejor no paso y lo dejo para otro día. Llego a la oficina y alguien se queja porque en la mañana su carro estaba intacto, ahora le faltan las luces y pienso ¿qué pasa? no hay momento del día en que nadie se queje, en que nadie salga lastimado, en que no muera una persona, en que las personas no tiemblen. No se puede ni salir a comer porque en los restaurantes asaltan, porque hasta en las ventas de shucos, roban, matan.
Trabajo como autónoma, cada vez que suena el teléfono, siento que el corazón se me sale, ¡que no haya pasado nada malo!
Al salir, paso al supermercado, acá también roban, cuido mi bolsa, mi carreta, mis pasos, el trafico de nuevo esta pesado, ese tipo casi me choca, pero no digo nada, puede estar armado, y tengo que callarme, contenerme la rabia, por miedo.
Llego a mi casa, antes de entrar veo para todos lados. Casi corriendo entró, cierro las puertas y pongo el pasador, prendo las luces, todas, y veo de nuevo al fondo, mi cuarto sin puerta, o con pedazos de lo que alguna vez lo fuera.
La voy a cambiar para no recordar la violencia con que esos hombres irrumpieron en mi casa, para no pensar en lo que se llevaron, y en las personas que lastimaron.
Tengo miedo, mucho miedo, a dormirme y ver el rostro de ese hombre que 15 años atrás cegó la vida de mi papá, a despertarme y ver que han invadido mi espacio o que han lastimado a los que quiero, a salir a la calle y que me pase algo, a leer las noticias y ver como aumenta cada día la cifra de mujeres, de niños, de hombres muertos, tengo miedo, mucho miedo de vivir.
La Hora, 6 de abril de 2006.
Llega la mañana y al compás del reloj mis pies caminan por toda la casa mientras me visto y preparo el café, antes de salir vuelvo a revisar cada puerta, cada ventana, ¡que no pase nada Dios mío!
Salgo a la calle, el tráfico matutino se incrementa cada día, siento calor, quizá por el café, pero no puedo bajar la ventana, en ese semáforo, si, justo en el de San Cristóbal encañonaron a Juanca y le quitaron el carro. Continúo al ritmo que los otros carros marcan, veo a la gente que va en los buses con caras de susto, de terror. En la puerta cuelgan otras personas, ellos llevan doble miedo.
Llego a la reunión y una de mis compañeras llora, ayer mataron a su vecina, sí la maestra que salió hoy en los periódicos, y los periódicos… no quiero abrirlos, no quiero leer de nuevo como otra mujer apareció mutilada, como le dieron el tiro de gracia a un niño, como violaron a esa jovencita en Baja Verapaz, como le dispararon a otra niña en Izabal o esa adolescente embarazada justo en el vientre.
La calle de nuevo. Tengo que salir, no quiero, pero el trabajo me lo pide, dejo mi carro en un parqueo cercano y camino con la bolsa abrazada, apretujada, mi cabeza gira buscando a la persona que vendrá a asaltarme, a lastimarme.
Hago los trámites, luego tengo que ir al banco, pero el tipo que está dentro de ese carro parece sospechoso, mejor no paso y lo dejo para otro día. Llego a la oficina y alguien se queja porque en la mañana su carro estaba intacto, ahora le faltan las luces y pienso ¿qué pasa? no hay momento del día en que nadie se queje, en que nadie salga lastimado, en que no muera una persona, en que las personas no tiemblen. No se puede ni salir a comer porque en los restaurantes asaltan, porque hasta en las ventas de shucos, roban, matan.
Trabajo como autónoma, cada vez que suena el teléfono, siento que el corazón se me sale, ¡que no haya pasado nada malo!
Al salir, paso al supermercado, acá también roban, cuido mi bolsa, mi carreta, mis pasos, el trafico de nuevo esta pesado, ese tipo casi me choca, pero no digo nada, puede estar armado, y tengo que callarme, contenerme la rabia, por miedo.
Llego a mi casa, antes de entrar veo para todos lados. Casi corriendo entró, cierro las puertas y pongo el pasador, prendo las luces, todas, y veo de nuevo al fondo, mi cuarto sin puerta, o con pedazos de lo que alguna vez lo fuera.
La voy a cambiar para no recordar la violencia con que esos hombres irrumpieron en mi casa, para no pensar en lo que se llevaron, y en las personas que lastimaron.
Tengo miedo, mucho miedo, a dormirme y ver el rostro de ese hombre que 15 años atrás cegó la vida de mi papá, a despertarme y ver que han invadido mi espacio o que han lastimado a los que quiero, a salir a la calle y que me pase algo, a leer las noticias y ver como aumenta cada día la cifra de mujeres, de niños, de hombres muertos, tengo miedo, mucho miedo de vivir.
La Hora, 6 de abril de 2006.
Comentarios