Esperanza

Metafóricamente hablando, la vida es muy similar a los caminos y a los paisajes que desde ellos se observan. De pronto la vista contempla terrenos áridos, tristes, opacos y, montaña arriba, montaña abajo, da lo mismo, el paisaje cambia, todo es verde, el cielo es intensamente azul, hay ríos corriendo. Pero independientemente del terreno, siempre, siempre se observan personas que con su andar, su mirada, sus gestos, logran iluminar un poco esos espacios grises o hacer brillar aún más los que ya de por sí son hermosos.

Así es Nebaj, así es Chajúl, sitios privilegiados por la naturaleza, verdes, brillantes, mágicos, tan sólo quebrantados por la estupidez humana y su hambre de destrucción. Así es la vida también, viene perfecta y de pronto los avatares nos la transforman, la oscurecen, la derraman.

Afortunadamente, siempre hay montañas que subir y pendientes que nos llevan a otros lugares y el panorama cambia, el estado de ánimo cambia, la percepción de las cosas se transforma y algo en el ambiente nos inyecta de alguna sustancia mística que nos hace creer, reír, soñar y pensar que quizá, que talvez, que sí, que mañana.

Puede ser que el aire fresco de Quiché me hinchó el alma o el sentirme cerca de la gente que más admiro, por su sencillez, su perseverancia y pureza me limpió la existencia o, de pronto, fue el jolgorio de la Semana Mayor, el olor a serrín y ese inevitable contacto humano, que se tiene en las procesiones, lo que me devolvió a la tierra.

Yo, que soy escéptica y siempre he creído que eso de reflexionar en estos días no es más que alharaca religiosa encuentro un poco absurda mi renovada actitud post Semana Santa, y aunque el fervor religioso no me impresiona, tal vez el compromiso colectivo que estas fechas impulsan, sí.

De pronto quisiera que este alegre sentir fuera contagioso y que esa actitud de compromiso se incrementara en todo el actuar de la gente para que con el mismo respeto con que se trata a una imagen se tratara a las demás personas y que, con el mismo entusiasmo con el que realizan alfombras, compran sus turnos y cargan, realizaran otros proyectos de ayuda a las comunidades. Cómo cambiaría todo si esto pasara.

Quizá, entonces, nuestra cotidianidad sería como el paisaje de Quiché, verde, como campo de cosecha labrado, y en vez de cielos nublados y lluvia de tristeza, la esperanza se reflejaría en nuestros rostros.

La Hora, 20 de abril de 2006.

Comentarios

Anónimo dijo…
It's awesome to pay a quick visit this web site and reading the views of all colleagues concerning this paragraph, while I am also zealous of getting experience.

my web page click here

Entradas populares