Un llamado a la conciencia
El día de ayer asistí a una conferencia magistral, dictada por Leonardo Boff, el teólogo de la liberación. Y digo magistral porque sus palabras llevan a la reflexión, buscan que ese algo que todos tenemos dentro se libere y sienta, porque evidentemente, el estrés, la sobrevivencia y en muchos casos el dolor, nos envuelven en una capa de insensibilidad, de frialdad y de indiferencia.
Al escucharlo me hubiera gustado ver ese salón lleno de políticos, de funcionarios públicos, de empresarios (de esos que en pro del desarrollo mutilan el planeta), y de muchos otros de organismos y organizaciones cuya preocupación fundamental es salir fotogénicos en las páginas de sociales y ganar más dinero mientras “ayudan” a este pobre país tercermundista.
Hubiera sido maravilloso que estuvieran ahí para ver sus rostros enrojecer al sentirse responsables en parte, de la debacle que vive el país, el mundo, los seres humanos, y para que quizá ese algo de humanidad aflorara también en ellos, tocara su corazón, sus almas, sus cuentas bancarias y procuraran un poco por el bienestar de Guatemala y de toda su gente.
Boff señaló cinco puntos que él considera la base para el cambio. La sensibilidad, es decir antes de la razón el sentimiento, tener empatía, escuchar, compartir, en otras palabras: vivir. El segundo punto que dictó fue el cuidado, cuidar como actuamos, porque todo lo que hacemos repercute en nosotros y en los demás, cuidar nuestra salud, nuestra psique, a nuestros vecinos. Y ligado a eso viene la responsabilidad ilimitada, darnos cuenta de las consecuencias de nuestras acciones, de donde se desprenden ejemplos clásicos de como una acción errada puede devastar el mundo; ahí está esa guerra sin sentido de Estados Unidos contra Irak, bueno, del gobierno de ese país en repetidas veces contra el mundo.
Este maestro hizo referencia también a la cooperación y la solidaridad y me pareció oportuno recalcar esas palabras que además son lema ahora en el gobierno, porque la mayoría de personas vivimos más que en un mundo de cooperación, en un mundo de competencia, ser solidarios, cooperar, ayudar: dar, esa es la palabra con la que concluyo ese punto.
Y por último mencionó la espiritualidad, una palabra que a veces nos asusta porque inmediatamente la ligamos con cuestiones religiosas, con el fanatismo, las manos en alto, el rosario empuñado, los diezmos que enriquecen a unos cuantos… pero va más allá, se traduce a la esencia, a ese vivir en armonía, respetando la tierra, que nos sostiene, que nos alimenta, que nos fortalece, respetando las creencias de los demás, valorando las nuestras: fe, sueños, ilusiones, esperanzas, amor, todo se incluye en la espiritualidad.
Cosas sencillas, pero que las prisas, la violencia, la corrupción, el abuso de los que tienen poder y dinero van borrando, cosas simples que de llevarlas a cabo nos darían como resultado una mejor vida, un mundo más sano, sin calentamientos globales, guerras, inundaciones y soledad.
Al escucharlo me hubiera gustado ver ese salón lleno de políticos, de funcionarios públicos, de empresarios (de esos que en pro del desarrollo mutilan el planeta), y de muchos otros de organismos y organizaciones cuya preocupación fundamental es salir fotogénicos en las páginas de sociales y ganar más dinero mientras “ayudan” a este pobre país tercermundista.
Hubiera sido maravilloso que estuvieran ahí para ver sus rostros enrojecer al sentirse responsables en parte, de la debacle que vive el país, el mundo, los seres humanos, y para que quizá ese algo de humanidad aflorara también en ellos, tocara su corazón, sus almas, sus cuentas bancarias y procuraran un poco por el bienestar de Guatemala y de toda su gente.
Boff señaló cinco puntos que él considera la base para el cambio. La sensibilidad, es decir antes de la razón el sentimiento, tener empatía, escuchar, compartir, en otras palabras: vivir. El segundo punto que dictó fue el cuidado, cuidar como actuamos, porque todo lo que hacemos repercute en nosotros y en los demás, cuidar nuestra salud, nuestra psique, a nuestros vecinos. Y ligado a eso viene la responsabilidad ilimitada, darnos cuenta de las consecuencias de nuestras acciones, de donde se desprenden ejemplos clásicos de como una acción errada puede devastar el mundo; ahí está esa guerra sin sentido de Estados Unidos contra Irak, bueno, del gobierno de ese país en repetidas veces contra el mundo.
Este maestro hizo referencia también a la cooperación y la solidaridad y me pareció oportuno recalcar esas palabras que además son lema ahora en el gobierno, porque la mayoría de personas vivimos más que en un mundo de cooperación, en un mundo de competencia, ser solidarios, cooperar, ayudar: dar, esa es la palabra con la que concluyo ese punto.
Y por último mencionó la espiritualidad, una palabra que a veces nos asusta porque inmediatamente la ligamos con cuestiones religiosas, con el fanatismo, las manos en alto, el rosario empuñado, los diezmos que enriquecen a unos cuantos… pero va más allá, se traduce a la esencia, a ese vivir en armonía, respetando la tierra, que nos sostiene, que nos alimenta, que nos fortalece, respetando las creencias de los demás, valorando las nuestras: fe, sueños, ilusiones, esperanzas, amor, todo se incluye en la espiritualidad.
Cosas sencillas, pero que las prisas, la violencia, la corrupción, el abuso de los que tienen poder y dinero van borrando, cosas simples que de llevarlas a cabo nos darían como resultado una mejor vida, un mundo más sano, sin calentamientos globales, guerras, inundaciones y soledad.
La Hora, 27 de marzo de 2008.
Comentarios
CURIOSAMENTE EL FIN DE SEMANA LEÍ A OTRO HOMBRE GRANDE SENCILLAS PERO HONDAS VERDADES, HABLO DEL JESUITA VASCO-SALVADOREÑO JON (YON) SOBRINO...¡QUÉ BIEN SIENTAN PERSONAS ASÍ!
he vuelto a leer textos tuyos de 2005, ya te comentaré...(¿te ves evolucionada desde entonces acá?)